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Defendamos a los defensores de la democracia

VIENA – Cuando los periodistas independientes informan sobre la invasión militar rusa declarada en Ucrania, muestran la realidad de la guerra. Muestran su barbarie, su crueldad y las tragedias humanitarias que inevitablemente la acompañan. Brindan a la audiencia información fiel sobre los acontecimientos en terreno y recopilan evidencia sobre los crímenes de guerra para los futuros mecanismos de responsabilización.

Es por ello que los periodistas y quienes trabajan en los medios suelen pagar un alto precio (a veces, con su vida). El 19 de septiembre secuestraron de su casa en la ciudad de Kajovka a la periodista ucraniana Zhanna Kyseliova, de 54 años de edad. El 30 de mayo asesinaron al periodista francés Frédéric Leclerc-Imhoff, de 32 años de edad, mientras viajaba en un transporte humanitario lleno de civiles que estaban escapando. Dos semanas antes habían secuestrado a Oleksii Vorontsov, ingeniero de la emisora pública UA: Jersón. A mediados de marzo Pierre Zakrzewski, camarógrafo de Fox News, y su colega, la periodista ucraniana Oleksandra Kuvshynova, murieron cuando su vehículo quedó expuesto a fuego cruzado. Aproximadamente por esa fecha, desapareció el fotoperiodista ucraniano Maks Levin. Lo encontraron asesinado cerca de Kiev.

Al menos ocho periodistas y otros trabajadores de los medios fueron asesinados mientras cumplían su deber desde que Rusia comenzó la guerra de agresión contra Ucrania en febrero. Muchos otros fueron heridos, secuestrados y maltratados.

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