PARÍS – El veloz avance de la inteligencia artificial inspira asombro y temor a un mismo tiempo. Muchos la ven como objeto de maravilla y pavor (un stupor mundi, tomando prestada una frase latina), y otros creen que puede ser una fuerza benévola de salvación (un salvator mundi). Pero tanto si la consideramos milagrosa o meramente útil, subsiste la pregunta: ¿cómo podemos asegurar que sus beneficios estén al alcance de todos?
PARÍS – El veloz avance de la inteligencia artificial inspira asombro y temor a un mismo tiempo. Muchos la ven como objeto de maravilla y pavor (un stupor mundi, tomando prestada una frase latina), y otros creen que puede ser una fuerza benévola de salvación (un salvator mundi). Pero tanto si la consideramos milagrosa o meramente útil, subsiste la pregunta: ¿cómo podemos asegurar que sus beneficios estén al alcance de todos?