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Un mundo en fragmentación

LONDRES – El mundo por fin se está dando cuenta de las diversas vías por las cuales la interconexión económica amplifica los riesgos de la agitación geopolítica. Es razonable entonces que los países busquen fortalecer su resiliencia; sin embargo, el paso de la integración a la fragmentación total en respuesta a las tensiones geopolíticas no es buen presagio para la paz o la prosperidad de nadie.

La economía global todavía no ha llegado a ese punto. Si bien los flujos de capital (siguiendo una tendencia que comenzó con la crisis de 2008) han disminuido en forma apreciable desde el máximo alcanzado en 2007 de doce billones de dólares (el 22% del PIB mundial), la integración económica se mantiene firme. El comercio internacional total de bienes y servicios supera los cuarenta billones de dólares (diez veces más que en 1990).

Pero entre 2016 y 2021, la aplicación mundial de medidas restrictivas al comercio creció casi al doble; esto se debió sobre todo a las tensiones entre Estados Unidos y China. De hecho, la fragmentación (como la globalización antes que ella) no sería posible sin China, cuyo ascenso transformó la competencia regional por el poder económico, financiero y geopolítico en una competencia mundial. Algunos esperan equilibrar la rivalidad mediante la interacción (la Unión Europea ve a China como un «socio para la cooperación, un competidor económico y un rival sistémico»), pero la dinámica es obviamente compleja.

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