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Los países africanos no deben temer el default

FRANKFURT – Desde el inicio de la crisis de la COVID‑19, el fantasma del default acecha a las economías en desarrollo. El temor a perder acceso a los mercados lleva a que muchos países no quieran encarar el hecho de que sus deudas son insostenibles. Pero un análisis objetivo del impacto de la crisis de la COVID‑19, sumado a las realidades fiscales y financieras de los países de bajos ingresos, revela una «nueva normalidad», en la que un default en el momento oportuno no es lo peor que puede ocurrir.

Según cálculos del Banco Mundial, la mitad de los países más pobres del mundo tienen o corren riesgo de tener problemas para devolver sus deudas. Por ejemplo, en África subsahariana este año hubo un deterioro considerable de los indicadores de solvencia, tras seis años en los que venían empeorando por la caída mundial de precios de los commodities. Angola, Ghana y Nigeria dedican alrededor de la mitad de sus ingresos al pago de intereses. Y la agencia S&P Global Ratings calcula que dos tercios del total de pagos de intereses de los diecinueve países de África subsahariana a los que califica se destinan a acreedores privados.

En tanto, el Fondo Monetario Internacional predice que la crisis de la COVID‑19 anulará una década de avances en reducción de la pobreza, y tendrá efectos duraderos que empeorarán considerablemente las perspectivas de desarrollo de los países de bajos ingresos. Esto debería ser inaceptable ya por motivos humanitarios, e incluso más si se tienen en cuenta los objetivos de desarrollo y sostenibilidad a largo plazo.

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