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¿Qué hará falta para despertar a Europa?

PARÍS – La Unión Europea enfrenta tres crisis importantes. La primera es una crisis de competitividad que ya se hacía notar a fines de los años 2010 pero que ha empeorado, lo que derivó en resultados deslucidos en materia de productividad y crecimiento. Más recientemente, la invasión rusa de Ucrania creó una crisis de seguridad, agravada por el deterioro de la relación del bloque con China. La guerra también desató una crisis energética que coloca a Europa en una desventaja relativa frente a sus principales competidores, Estados Unidos y China.

Afortunadamente, existe un grado considerable de consenso intelectual sobre cómo enfrentar esta triple crisis. Tres informes relevantes, publicados recientemente o de próxima difusión, llegan más o menos a las mismas concusiones sobre los principales desafíos que enfrenta Europa -y hasta hacen recomendaciones similares para abordarlos.

El informe del ex primer ministro italiano Enrico Letta, “Mucho más que un mercado”, elaborado a petición del Consejo Europeo, hace hincapié en la necesidad de una mayor integración del mercado único, un proyecto que fue concebido por primera vez en los años 1980, pero que sigue siendo relevante hoy. Por ejemplo, la investigación demuestra que cruzar una frontera nacional en Europa reduce el comercio interregional de bienes por un factor de seis. La fragmentación es especialmente pronunciada en sectores como la energía, las finanzas y las comunicaciones electrónicas, y el comercio entre la UE y Estados Unidos en servicios digitales supera al comercio dentro del mismo bloque. Como observa Letta, estos sectores fueron excluidos deliberadamente del proceso de integración porque los estados los consideraban demasiado estratégicos como para renunciar a un control nacional. Pero el informe concluye acertadamente que este freno a la integración se ha vuelto, gradualmente, un obstáculo para la seguridad económica.  

La presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen, le encargó a otro ex primer ministro italiano, Mario Draghi, que realizara un informe sobre el futuro de la competitividad europea. Se espera que su difusión tenga lugar en las próximas semanas, pero Draghi ha delineado su estrategia y recomendaciones en discursos recientes. El tono probablemente sea más franco, y las propuestas de políticas, sin duda, serán más radicales, en comparación con el informe de Letta. En abril, Draghi criticó la organización, la toma de decisiones y el financiamiento del bloque por considerar que están diseñados para “el mundo de ayer”. Asimismo, la estrategia estrechamente nacional de la UE frente a la competitividad ha impedido la creación de paladines paneuropeos y ha logrado que los estados miembro compitan entre sí, inclusive en sectores como defensa y energía, donde tienen “profundos intereses comunes”. En junio, Draghi abogó por una política industrial europea que incluya aranceles y subsidios -un llamado a la acción que, sin duda, estará presente en este reporte.

Mis colegas de Bruegel prepararon el tercer informe, cuya publicación está programada para la semana próxima. Estos “Memos para la conducción de la UE” son producidos después de cada elección europea para ayudar a los nuevos comisionados y miembros del Parlamento Europeo a fijar prioridades para el bloque. Como demuestra el adelanto que se dio a conocer en los primeros días de julio, el informe de próxima publicación también se centra en la necesidad de promover la innovación y el crecimiento, y hace hincapié en los beneficios de construir un mercado único para la energía y de eliminar las barreras para una unión bancaria y de los mercados de capital. Pero en lugar de respaldar una integración generalizada, defiende una profundización del mercado único en las áreas con el mayor impacto de crecimiento y donde el retorno económico claramente supera los costos políticos.

El hecho de que los tres informes, en gran medida, coincidan resulta sorprendente. Atrás quedaron las controversias relevantes sobre política macroeconómica, apertura comercial y política industrial, para mencionar solo algunas de las disputas que surgen normalmente. Esto probablemente refleje los enormes desafíos económicos y geoeconómicos que enfrenta hoy la UE. La guerra de Ucrania plantea una amenaza existencial, el precio elevado de la energía es un impedimento importante para la competitividad y la incapacidad del bloque para innovar amenaza con convertir a Europa en un espectador en la escena internacional. Aun si el bloque actúa, probablemente no baste para impedir que su situación demográfica empeore o que su peso económico decaiga.

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Pero el consenso de los expertos no necesariamente se traduce en políticas. El primer obstáculo es la inercia que prevalece entre los estados miembro. Si bien los desafíos geopolíticos de hoy no tienen precedentes, desde por lo menos el informe Sapir de 2004 que se conocen los problemas de crecimiento, integración y gobernanza que abundan en la UE. Sin embargo, el bloque solo ha tomado medidas en situaciones de estrés extremo como la crisis de deuda de la eurozona de 2010-12 y la pandemia del COVID-19. Aun en estos casos, la toma de conciencia tuvo corta vida. La unión bancaria, por ejemplo, sigue inconclusa, y no se han tomado decisiones sobre el financiamiento futuro del programa de recuperación pandémica.

El segundo desafío es que cualquier reforma importante tiene ganadores y perdedores. La fragmentación crea rentas y esas rentas van a manos de ciertos países a expensas de otros. En consecuencia, los países con chances de verse más perjudicados se opondrán a una mayor integración. Es verdad, pueden perder más en el largo plazo de lo que ganan en el corto plazo. Pero hace falta coraje para superar la miopía.

Por último, el entusiasmo europeo no abunda, especialmente frente al ascenso del nacionalismo económico, y los gobiernos no quieren arriesgarse a enfadar a sus votantes. El presidente francés, Emmanuel Macron, y el canciller alemán, Olaf Scholz, son extremadamente impopulares y, por ende, no están en condiciones de brindar el liderazgo que se necesita para salir del estancamiento actual. Solo cabe esperar que Von der Leyen esté a la altura del desafío.

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