El jefe del grupo de inspección de armamento de la ONU alcanzó un acuerdo con Iraq acerca de los términos tentativos para la conducción de inspecciones de armamento en dicho país, las cuales podrían empezar, en teoría, tan pronto como dentro de dos semanas. Pero el éxito de tal trato depende tanto de los hombres que realizarán las inspecciones como de los detalles acerca de cuándo, dónde y cómo se llevarán a cabo.
Hans Blix encabezará el grupo de inspección de armameto de la ONU encargado de buscar, encontrar y destruir las armas de efecto masivo de Saddam Hussein. Conozco a Blix desde hace más de cuarenta años. En 1960 fue mi asistente cuando yo era líder de la Juventud Liberal Sueca. Desde entonces he seguido su carrera con detenimiento. Fue ministro del exterior sueco durante un año y después fue director general de la Agencia Internacional de Energía Atómica (AIEA) en Viena.
Personalmente, Blix es amable y tiene sentido del humor; políticamente, es débil y fácil de engañar. Son pocos los funcionarios europeos en los que puedo pensar que serían menos apropiados que él para un enfrentamiento con Saddam Hussein. Sin duda, es con total incredulidad que miro las noticias en la televisión acerca de las negociaciones de Blix con los secuaces del dictador iraquí.
El mundo ha sido ampliamente advertido acerca de las debilidades de Blix porque tiene un récord de graves fracasos. Cuando Blix encabezaba la AIEA antes de la Guerra del Golfo en 1991, le aseguró despreocupadamente al mundo, después de varias inspecciones, que no sucedía nada alarmante en Iraq. Él fué quien emitió el "certificado de salud" aprobado que Saddam esperaba cuando empezó a esconder sus fábricas y ambiciones atómicas.
Desde entonces, hemos descubierto de forma demasiado inequívoca que Saddam está obsesionado con la idea de procurarse armas de destrucción masiva, es decir, cabezas de misiles químicas y biológicas, así como bombas atómicas y los misiles para transportarlas. Algunos expertos que solían trabajar para el programa de armas nucleares de Iraq, quienes huyeron de Bagdad hacia Occidente, confirmaron esa información. Nos platicaron acerca de cómo se realizaban decisivos y costosos esfuerzos para obtener dispositivos para la "destrucción final". Sin duda, ahora está claro que, cuando estalló la Guerra del Golfo, Saddam estaba a sólo un año de completar su primera bomba atómica.
Después de esa guerra, los inspectores de la ONU encontraron y destruyeron una inmensa cantidad de cabezas químicas y biológicas, así como instalaciones para producir armas nucleares. A pesar de sus graves fracasos como jefe de la AIEA antes de 1991, Blix fué asignado otra vez para encabezar a los inspectores de desarme de la ONU, esta vez en conjunto con otro sueco, el embajador Rolf Ekéus.
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Blix, inocente y relativamente ignorante en cuanto a detalles técnicos (su profesión es el derecho internacional), es fácil de despistar. Incluso después de la Guerra del Golfo no fue capaz de descubrir que los funcionarios iraquíes, quienes de nuevo le aseguraban a la ONU que no escondían nada, no eran más que embusteros consumados. Ciertamente, Blix creyó que Iraq no tenía absolutamente ningún programa de armas nucleares. David Kay, quizá el más eficaz inspector de armas en la actualidad, insistió en decir que no confiaba en ellos. Pero Blix le reprochó su actitud. Blix le dió a entender que debía creer en la información oficial.
Las cosas cambiaron cuando Kay empezó a inspeccionar edificios sospechosos sin notificar por adelantado a los iraquíes acerca de sus intenciones. Esta nueva y agresiva estrategia de inspección tuvo consecuencias dramáticas: Kay descubrió materiales que confirmaron el hecho de que Iraq se encontraba a una distancia de entre 12 y 18 meses de lograr producir un dispositivo nuclear.
Ese descubrimiento histórico terminó en un confrontamiento en un estacionamiento en Bagdad. Los autos de la ONU fueron rodeados por 200 soldados iraquíes en conjunto con una multitud de civiles, mandados al lugar por órdenes de los funcionarios iraquíes. El sitio continuó durante cuatro días y sus noches, mientras Kay y sus colegas utilizaron teléfonos satelitales para enviar a Occidente, via fax, ciertos documentos cruciales.
Blix se había opuesto a la redada. Por fortuna, el embajador Ekéus la apoyó y brindó soporte a los inspectores durante el sitio. He conocido a una considerable cantidad de expertos en armas de destrucción masiva iraquíes y ellos a menudo comparan a los dos suecos: "Ekéus es brillante", dicen, "Blix es terrible".
Cuando se estaba formando el actual inspectorado de la ONU en 1999, tanto Ekéus como Blix estaban entre los candidatos considerados para encabezar el nuevo grupo. Algunas amistades de Iraq localizadas en París y en Moscú consultaron a Bagdad para averiguar a quién prefería Saddam. Entonces, Francia y Rusia sugirieron a Blix. Sorprendentemente, la administración de Clinton aceptó esa decisión.
Las armas químicas y biológicas de Saddam, y su determinación para conseguir armamento nuclear, son una amenaza para el mundo. El dictador podría utilizar tales armas él mismo o ponerlas a disponibilidad de organizaciones terroristas. Y la cuestión de la guerra o la paz depende de un hombre que es repetidamente engañado por el régimen iraquí.
Quizá la administración de Bush entiende las debilidades de Blix. Yo supongo que Estados Unidos no permitirá que Blix y los inspectores que supervisa sean engañados de nuevo por Iraq. Pero pase lo que pase con esta crisis, a partir de este punto, está claro que la ONU no cumplió con sus obligaciones al pedirle a un enclenque que encabezase a los inspectores que supuestamente deben enfrentarse con el bárbaro de Bagdad.
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China, Iran, North Korea, and Russia do not have a formal alliance committed to defending one another. But they have formed an alignment driven by shared antipathy toward the existing US-led world order, and there is no simple way for the United States and its allies to respond.
proposes ways the US and the West can counter the entente between China, Iran, North Korea, and Russia.
As wealth inequality in the United States has grown, so has the social status and influence of the superrich, many of whom parlay their economic success into an intellectual credential. Clearly, Americans need to have a serious conversation about what they, as a society, should value.
thinks the social, cultural, and political influence wielded by the superrich has reached a dangerous level.
El jefe del grupo de inspección de armamento de la ONU alcanzó un acuerdo con Iraq acerca de los términos tentativos para la conducción de inspecciones de armamento en dicho país, las cuales podrían empezar, en teoría, tan pronto como dentro de dos semanas. Pero el éxito de tal trato depende tanto de los hombres que realizarán las inspecciones como de los detalles acerca de cuándo, dónde y cómo se llevarán a cabo.
Hans Blix encabezará el grupo de inspección de armameto de la ONU encargado de buscar, encontrar y destruir las armas de efecto masivo de Saddam Hussein. Conozco a Blix desde hace más de cuarenta años. En 1960 fue mi asistente cuando yo era líder de la Juventud Liberal Sueca. Desde entonces he seguido su carrera con detenimiento. Fue ministro del exterior sueco durante un año y después fue director general de la Agencia Internacional de Energía Atómica (AIEA) en Viena.
Personalmente, Blix es amable y tiene sentido del humor; políticamente, es débil y fácil de engañar. Son pocos los funcionarios europeos en los que puedo pensar que serían menos apropiados que él para un enfrentamiento con Saddam Hussein. Sin duda, es con total incredulidad que miro las noticias en la televisión acerca de las negociaciones de Blix con los secuaces del dictador iraquí.
El mundo ha sido ampliamente advertido acerca de las debilidades de Blix porque tiene un récord de graves fracasos. Cuando Blix encabezaba la AIEA antes de la Guerra del Golfo en 1991, le aseguró despreocupadamente al mundo, después de varias inspecciones, que no sucedía nada alarmante en Iraq. Él fué quien emitió el "certificado de salud" aprobado que Saddam esperaba cuando empezó a esconder sus fábricas y ambiciones atómicas.
Desde entonces, hemos descubierto de forma demasiado inequívoca que Saddam está obsesionado con la idea de procurarse armas de destrucción masiva, es decir, cabezas de misiles químicas y biológicas, así como bombas atómicas y los misiles para transportarlas. Algunos expertos que solían trabajar para el programa de armas nucleares de Iraq, quienes huyeron de Bagdad hacia Occidente, confirmaron esa información. Nos platicaron acerca de cómo se realizaban decisivos y costosos esfuerzos para obtener dispositivos para la "destrucción final". Sin duda, ahora está claro que, cuando estalló la Guerra del Golfo, Saddam estaba a sólo un año de completar su primera bomba atómica.
Después de esa guerra, los inspectores de la ONU encontraron y destruyeron una inmensa cantidad de cabezas químicas y biológicas, así como instalaciones para producir armas nucleares. A pesar de sus graves fracasos como jefe de la AIEA antes de 1991, Blix fué asignado otra vez para encabezar a los inspectores de desarme de la ONU, esta vez en conjunto con otro sueco, el embajador Rolf Ekéus.
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Blix, inocente y relativamente ignorante en cuanto a detalles técnicos (su profesión es el derecho internacional), es fácil de despistar. Incluso después de la Guerra del Golfo no fue capaz de descubrir que los funcionarios iraquíes, quienes de nuevo le aseguraban a la ONU que no escondían nada, no eran más que embusteros consumados. Ciertamente, Blix creyó que Iraq no tenía absolutamente ningún programa de armas nucleares. David Kay, quizá el más eficaz inspector de armas en la actualidad, insistió en decir que no confiaba en ellos. Pero Blix le reprochó su actitud. Blix le dió a entender que debía creer en la información oficial.
Las cosas cambiaron cuando Kay empezó a inspeccionar edificios sospechosos sin notificar por adelantado a los iraquíes acerca de sus intenciones. Esta nueva y agresiva estrategia de inspección tuvo consecuencias dramáticas: Kay descubrió materiales que confirmaron el hecho de que Iraq se encontraba a una distancia de entre 12 y 18 meses de lograr producir un dispositivo nuclear.
Ese descubrimiento histórico terminó en un confrontamiento en un estacionamiento en Bagdad. Los autos de la ONU fueron rodeados por 200 soldados iraquíes en conjunto con una multitud de civiles, mandados al lugar por órdenes de los funcionarios iraquíes. El sitio continuó durante cuatro días y sus noches, mientras Kay y sus colegas utilizaron teléfonos satelitales para enviar a Occidente, via fax, ciertos documentos cruciales.
Blix se había opuesto a la redada. Por fortuna, el embajador Ekéus la apoyó y brindó soporte a los inspectores durante el sitio. He conocido a una considerable cantidad de expertos en armas de destrucción masiva iraquíes y ellos a menudo comparan a los dos suecos: "Ekéus es brillante", dicen, "Blix es terrible".
Cuando se estaba formando el actual inspectorado de la ONU en 1999, tanto Ekéus como Blix estaban entre los candidatos considerados para encabezar el nuevo grupo. Algunas amistades de Iraq localizadas en París y en Moscú consultaron a Bagdad para averiguar a quién prefería Saddam. Entonces, Francia y Rusia sugirieron a Blix. Sorprendentemente, la administración de Clinton aceptó esa decisión.
Las armas químicas y biológicas de Saddam, y su determinación para conseguir armamento nuclear, son una amenaza para el mundo. El dictador podría utilizar tales armas él mismo o ponerlas a disponibilidad de organizaciones terroristas. Y la cuestión de la guerra o la paz depende de un hombre que es repetidamente engañado por el régimen iraquí.
Quizá la administración de Bush entiende las debilidades de Blix. Yo supongo que Estados Unidos no permitirá que Blix y los inspectores que supervisa sean engañados de nuevo por Iraq. Pero pase lo que pase con esta crisis, a partir de este punto, está claro que la ONU no cumplió con sus obligaciones al pedirle a un enclenque que encabezase a los inspectores que supuestamente deben enfrentarse con el bárbaro de Bagdad.