MÚNICH – Los debates sobre las políticas climáticas tienden a centrarse en reducir las emisiones de gases de efecto invernadero. Tiene sentido, ya que estos gases (GEI) son la causa principal del cambio climático. Pero se espera que el calentamiento global continúe inclusive en los escenarios más optimistas, lo que implica una necesidad urgente de estrategias integrales para minimizar los costos económicos, los riesgos para la seguridad pública y las amenazas sanitarias asociadas con una escalada de la crisis climática.
Si bien algunos expertos sostienen que una adaptación total es imposible, debido a los riesgos significativos que plantea el calentamiento global, esta opinión es engañosa. Sin duda, la adaptación por sí sola no puede compensar los peores efectos del cambio climático, y deben intensificarse los esfuerzos actuales por reducir las emisiones globales de GEI. Pero pasar por alto la necesidad de desarrollar, implementar e invertir en estrategias destinadas a proteger a las empresas, los hogares y las comunidades de las consecuencias inevitables del calentamiento del planeta sería profundamente irresponsable.
La protección de las inundaciones es un excelente ejemplo. En tanto las inundaciones se vuelven más frecuentes y severas, restituir las llanuras aluviales y otras medidas proactivas se ha vuelto cada vez más importante. La adaptación de largo plazo también debería desempeñar un papel central en los proyectos de reconstrucción posterior a los desastres. En lugar de reparar una y otra vez casas dañadas, por ejemplo, podría ser más prudente reconstruirlas en zonas menos proclives a las inundaciones.
Los esfuerzos de adaptación son tan eficaces como los mecanismos para financiarlos. Si bien muchos contribuyentes entendiblemente están de acuerdo en financiar los esfuerzos de reconstrucción, hacerlo puede crear incentivos para que se construya en zonas vulnerables. Por el contrario, estos fondos estarían mejor invertidos en medidas que protejan a las comunidades de inundaciones futuras, no solo construyendo nuevas casas en zonas más seguras, sino también invirtiendo en investigación e innovación dirigidas, con el fin de ayudar a los sectores afectados por el cambio climático, particularmente la agricultura, a adaptarse a la amenaza.
Las olas de calor cada vez más peligrosas también subrayan la necesidad urgente de medidas de adaptación. Si bien las temperaturas récord plantean importantes riesgos para la salud, particularmente para la gente mayor, las mujeres embarazadas y la gente con condiciones preexistentes, países como Alemania todavía se niegan a invertir en sistemas de aire acondicionado y otros métodos de enfriamiento. Ahora bien, estos sistemas no requieren combustibles fósiles; se pueden alimentar con energía solar, que es abundante en los períodos calurosos.
El calor extremo es especialmente riesgoso para los trabajadores al aire libre, lo que resalta la necesidad de actualizar las leyes de salud y seguridad ocupacional. Se les debe exigir a las empresas que tomen medidas para proteger a sus empleados, como ofrecer zonas sombreadas y acceso a agua potable.
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Dado que quienes menos ganan trabajan en condiciones de alto riesgo, la adaptación climática ofrece beneficios sociales de amplio alcance. Sin embargo, la capacidad de implementar este tipo de medidas se limita, en general, a los hogares, las municipalidades, las regiones y los países con suficientes recursos financieros y experiencia técnica. Sin estrategias de adaptación y mecanismos de financiamiento adecuados, los individuos y las comunidades empobrecidos cargarán desproporcionadamente con el peso del cambio climático, profundizando aún más las disparidades económicas y sociales tanto a nivel local como global.
En principio, los hogares y las empresas deberían abordar la adaptación como cualquier otra decisión de inversión. En lugar de barajar todas las opciones, deberían centrarse en aquellas que ofrezcan el mayor valor, similar a como un emprendedor evalúa los diversos gastos.
Sin duda, los esfuerzos de adaptación enfrentan numerosos obstáculos, incluida la incertidumbre sobre la trayectoria futura del cambio climático y los costos elevados asociados con modificar las estructuras y procesos existentes. Asimismo, la escasez de información sobre medidas de adaptación efectivas y cómo se las podría implementar dentro de los marcos legales actuales podría hacer subir los costos. Todo esto podría reducir la inversión en adaptación, especialmente si se tiene en cuenta que los beneficios solo se pueden obtener en el mediano a largo plazo.
De todos modos, tanto los gobiernos como el sector privado deben hacer de la adaptación climática una máxima prioridad. Al anticipar los riesgos y tomar medidas proactivas para ajustar sus operaciones, las empresas podrían reducir los costos de implementación. Mientras tanto, los responsables de las políticas deben invertir profusamente en construir infraestructura resiliente, respaldar la investigación y la innovación, y difundir información vital entre los hogares, las empresas y las autoridades locales para ayudarlos a prepararse para los diversos desafíos relacionados con el clima, como las inundaciones, las olas de calor y otros episodios climáticos extremos.
La adaptación no es solo una necesidad práctica; es un imperativo moral. Si bien reducir las emisiones de GEI es necesario, la adaptación es de igual importancia a la hora de garantizar que las poblaciones más vulnerables del mundo no carguen con el peso de los efectos más devastadores del cambio climático. Al colocar las medidas de adaptación en el centro de las políticas climáticas, junto con la mitigación, podemos crear un futuro resiliente y, al mismo tiempo, equitativo.
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For almost a year, many hoped that Israel's war with Hamas would not spread beyond Gaza. But attacks on northern Israel by Hezbollah in southern Lebanon, and now the decision by both groups' backer, Iran, to fire ballistic missiles at Israel, has made a regional conflict all but inevitable.
explains why the fighting between Israel and Hamas has escalated into a regional conflict involving Iran.
MÚNICH – Los debates sobre las políticas climáticas tienden a centrarse en reducir las emisiones de gases de efecto invernadero. Tiene sentido, ya que estos gases (GEI) son la causa principal del cambio climático. Pero se espera que el calentamiento global continúe inclusive en los escenarios más optimistas, lo que implica una necesidad urgente de estrategias integrales para minimizar los costos económicos, los riesgos para la seguridad pública y las amenazas sanitarias asociadas con una escalada de la crisis climática.
Si bien algunos expertos sostienen que una adaptación total es imposible, debido a los riesgos significativos que plantea el calentamiento global, esta opinión es engañosa. Sin duda, la adaptación por sí sola no puede compensar los peores efectos del cambio climático, y deben intensificarse los esfuerzos actuales por reducir las emisiones globales de GEI. Pero pasar por alto la necesidad de desarrollar, implementar e invertir en estrategias destinadas a proteger a las empresas, los hogares y las comunidades de las consecuencias inevitables del calentamiento del planeta sería profundamente irresponsable.
La protección de las inundaciones es un excelente ejemplo. En tanto las inundaciones se vuelven más frecuentes y severas, restituir las llanuras aluviales y otras medidas proactivas se ha vuelto cada vez más importante. La adaptación de largo plazo también debería desempeñar un papel central en los proyectos de reconstrucción posterior a los desastres. En lugar de reparar una y otra vez casas dañadas, por ejemplo, podría ser más prudente reconstruirlas en zonas menos proclives a las inundaciones.
Los esfuerzos de adaptación son tan eficaces como los mecanismos para financiarlos. Si bien muchos contribuyentes entendiblemente están de acuerdo en financiar los esfuerzos de reconstrucción, hacerlo puede crear incentivos para que se construya en zonas vulnerables. Por el contrario, estos fondos estarían mejor invertidos en medidas que protejan a las comunidades de inundaciones futuras, no solo construyendo nuevas casas en zonas más seguras, sino también invirtiendo en investigación e innovación dirigidas, con el fin de ayudar a los sectores afectados por el cambio climático, particularmente la agricultura, a adaptarse a la amenaza.
Las olas de calor cada vez más peligrosas también subrayan la necesidad urgente de medidas de adaptación. Si bien las temperaturas récord plantean importantes riesgos para la salud, particularmente para la gente mayor, las mujeres embarazadas y la gente con condiciones preexistentes, países como Alemania todavía se niegan a invertir en sistemas de aire acondicionado y otros métodos de enfriamiento. Ahora bien, estos sistemas no requieren combustibles fósiles; se pueden alimentar con energía solar, que es abundante en los períodos calurosos.
El calor extremo es especialmente riesgoso para los trabajadores al aire libre, lo que resalta la necesidad de actualizar las leyes de salud y seguridad ocupacional. Se les debe exigir a las empresas que tomen medidas para proteger a sus empleados, como ofrecer zonas sombreadas y acceso a agua potable.
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Dado que quienes menos ganan trabajan en condiciones de alto riesgo, la adaptación climática ofrece beneficios sociales de amplio alcance. Sin embargo, la capacidad de implementar este tipo de medidas se limita, en general, a los hogares, las municipalidades, las regiones y los países con suficientes recursos financieros y experiencia técnica. Sin estrategias de adaptación y mecanismos de financiamiento adecuados, los individuos y las comunidades empobrecidos cargarán desproporcionadamente con el peso del cambio climático, profundizando aún más las disparidades económicas y sociales tanto a nivel local como global.
En principio, los hogares y las empresas deberían abordar la adaptación como cualquier otra decisión de inversión. En lugar de barajar todas las opciones, deberían centrarse en aquellas que ofrezcan el mayor valor, similar a como un emprendedor evalúa los diversos gastos.
Sin duda, los esfuerzos de adaptación enfrentan numerosos obstáculos, incluida la incertidumbre sobre la trayectoria futura del cambio climático y los costos elevados asociados con modificar las estructuras y procesos existentes. Asimismo, la escasez de información sobre medidas de adaptación efectivas y cómo se las podría implementar dentro de los marcos legales actuales podría hacer subir los costos. Todo esto podría reducir la inversión en adaptación, especialmente si se tiene en cuenta que los beneficios solo se pueden obtener en el mediano a largo plazo.
De todos modos, tanto los gobiernos como el sector privado deben hacer de la adaptación climática una máxima prioridad. Al anticipar los riesgos y tomar medidas proactivas para ajustar sus operaciones, las empresas podrían reducir los costos de implementación. Mientras tanto, los responsables de las políticas deben invertir profusamente en construir infraestructura resiliente, respaldar la investigación y la innovación, y difundir información vital entre los hogares, las empresas y las autoridades locales para ayudarlos a prepararse para los diversos desafíos relacionados con el clima, como las inundaciones, las olas de calor y otros episodios climáticos extremos.
La adaptación no es solo una necesidad práctica; es un imperativo moral. Si bien reducir las emisiones de GEI es necesario, la adaptación es de igual importancia a la hora de garantizar que las poblaciones más vulnerables del mundo no carguen con el peso de los efectos más devastadores del cambio climático. Al colocar las medidas de adaptación en el centro de las políticas climáticas, junto con la mitigación, podemos crear un futuro resiliente y, al mismo tiempo, equitativo.