SINGAPUR – Los cambios agresivos en la política monetaria de la Reserva Federal de Estados Unidos muchas veces han derivado en un mayor estrés financiero y económico en las economías emergentes. A comienzos de los años 1990, la Fed aumentó las tasas de interés preventivamente para frenar la inflación, precipitando la crisis “tequila” de 1994 en México. En 2013, la Fed indicó su intención de ajustar la política monetaria, lo que resultó en la enorme liquidación en los mercados emergentes conocida como el “taper tantrum” (berrinche del retiro).
Dada la historia de la región, uno podría esperar que los responsables de las políticas en los países de ASEAN+3 –los diez miembros de la Asociación de Naciones del Sudeste Asiático, junto con China (incluido Hong Kong), Japón y Corea del Sur- estuvieran particularmente ansiosos por la creciente agresividad de la Fed. De hecho, los esfuerzos recientes de la Fed por frenar una inflación alta y persistente han generado temores de una crisis financiera regional, similar a la crisis financiera asiática de 1997.
Sin embargo, las acciones de la Fed no tendrán tanto impacto en la región como lo tuvieron a fines de los años 1990. Hoy, las economías de ASEAN+3 son más fuertes y más durables, lo que hace que una crisis financiera al estilo de 1997 resulte improbable.
La crisis de 1997 fue causada principalmente por una combinación de desequilibrios macroeconómicos y marcadas reversiones de los flujos de capital, generados por ataques especulativos al baht tailandés y otras monedas regionales. Las economías del este de Asia habían gozado de un período de rápido crecimiento antes de la crisis –financiado por crecientes ingresos de capital y un excesivo préstamo externo-, pero sin una regulación y una política sólida. La mayoría de las monedas asiáticas todavía estaban ligadas al dólar estadounidense, los marcos regulatorios bancarios eran más simples y los colchones financieros eran bajos.
Reformas estructurales dolorosas han ayudado a las economías de ASEAN+3 a reconstruir sus balances, fortalecer los fundamentales económicos y establecer marcos regulatorios robustos. Los responsables de las políticas de la región, más habilidosos a la hora de pilotear las incertidumbres y gestionar los shocks, han ensamblado una formidable red de seguridad financiera de múltiples capas de 8,8 billones de dólares. Además de sus reservas extranjeras -7 billones de dólares en total-, las economías de ASEAN+3 ahora pueden basarse en acuerdos de canje multilaterales como el acuerdo Iniciativa de Multilateralización de Chiang Mai y el Fondo Monetario Internacional.
La mayoría de las economías emergentes de ASEAN+3 han tenido excedentes de cuenta corriente en los últimos años. En contraste, las economías aquejadas por la crisis tenían déficits de cuenta corriente persistentes y dependían del financiamiento externo en los años anteriores a la crisis financiera de 1997. Los países de ASEAN-4 (Malasia, Filipinas, Indonesia y Tailandia) han tenido excedentes de cuenta corriente durante gran parte de las últimas dos décadas –excepto Indonesia, que tuvo un pequeño déficit de cuenta corriente en el mismo período.
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Asimismo, los bancos en la región son mucho más sólidos y más resilientes. Por lo general están bien capitalizados y tienen suficientes colchones de liquidez desde que adoptaron las regulaciones de Basilea después de la crisis financiera global de 2008. Como resultado de ello, los bancos por lo general estaban en una situación financiera sólida para atravesar la pandemia del COVID-19, lo que les permitió echar mano a sus colchones financieros regulatorios y contracíclicos cuando fue necesario.
Por otra parte, el tamaño del mercado de bonos en moneda local en la región ASEAN+3 ha aumentado al 123% del PIB este año, comparado con el 74% del PIB en 2000. Con la capacidad de endeudarse en moneda local, las deudas ya no están tan expuestas a un desfase de divisas como lo estaban durante la crisis financiera asiática.
De la misma manera, los flujos de capital no han estado subiendo en la región en los últimos años como en el período previo a las dos últimas crisis financieras. En los mercados de ASEAN-4, las salidas netas de capital han sido relativamente leves hasta ahora y los ingresos de capital consisten principalmente en inversiones directas relativamente estables. En Corea del Sur, las inversiones de cartera aumentaron durante la pandemia ya que los inversores veían los bonos coreanos como activos relativamente seguros.
Por último, las economías del este de Asia –especialmente las economías de ASEAN-4 y Corea del Sur afectadas por la crisis- ya no tienen regímenes con una estrecha paridad del tipo de cambio, lo que les permite a sus monedas fluctuar y ajustarse a las fuerzas de mercado como un colchón contra los shocks. Las pocas economías que todavía vinculan sus monedas al dólar estadounidense o a una canasta de monedas han logrado protegerse de los ataques especulativos a través de colchones de divisas fuertes y políticas fiscales prudentes.
Evidentemente, podría haber bolsones de debilidad en la región. La pandemia del COVID-19 todavía no terminó y la trayectoria de recuperación de cada economía dependerá de su capacidad de adaptarse y aprovechar las nuevas oportunidades. El ajuste monetario estadounidense podría afectar adversamente y de manera desigual a los mercados financieros en los países de ASEAN+3, y estos desenlaces podrían provocar salidas de cartera similares al berrinche del retiro (taper tantrum) de 2013. En los últimos meses, los inversores vendieron acciones en Corea del Sur y Filipinas y redujeron sus posiciones en bonos de Indonesia y Malasia. Sin embargo, hasta el momento, estas salidas han sido relativamente insignificantes y no ponen en jaque la estabilidad financiera.
El esperado rebote económico de China también contribuirá a la recuperación de la región, como fue el caso después de las crisis de 1997 y 2008. Se pronostica que la economía de China tocará fondo y retomará impulso durante la segunda mitad de 2022, y se espera que el crecimiento del año completo ronde el 4,8%, a pesar de importantes riesgos a la baja.
Un aumento de las tasas de interés en Estados Unidos probablemente conduzca a algunas salidas de capital y a mayores costos de endeudamiento para las economías de ASEAN+3. Pero una crisis financiera total al estilo de 1997 sigue siendo improbable. La región ha avanzado.
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Donald Trump’s immediate, aggressive use of import tariffs has revealed a fundamental difference between his first and second term. Far from a mere negotiating strategy, the goal this time is to replace a global rules-based system of managed economic integration with coerced decoupling.
emphasizes a fundamental difference between the US trade agenda now and during the president’s first term.
Recent actions by the United States may foreshadow its withdrawal from the world’s foremost multilateral institution. Paradoxically, however, the breakdown of the multilateral order the US helped establish nearly eight decades ago could serve as a catalyst for greater international cooperation.
thinks the paradigm shift in US foreign policy could end up strengthening global solidarity.
SINGAPUR – Los cambios agresivos en la política monetaria de la Reserva Federal de Estados Unidos muchas veces han derivado en un mayor estrés financiero y económico en las economías emergentes. A comienzos de los años 1990, la Fed aumentó las tasas de interés preventivamente para frenar la inflación, precipitando la crisis “tequila” de 1994 en México. En 2013, la Fed indicó su intención de ajustar la política monetaria, lo que resultó en la enorme liquidación en los mercados emergentes conocida como el “taper tantrum” (berrinche del retiro).
Dada la historia de la región, uno podría esperar que los responsables de las políticas en los países de ASEAN+3 –los diez miembros de la Asociación de Naciones del Sudeste Asiático, junto con China (incluido Hong Kong), Japón y Corea del Sur- estuvieran particularmente ansiosos por la creciente agresividad de la Fed. De hecho, los esfuerzos recientes de la Fed por frenar una inflación alta y persistente han generado temores de una crisis financiera regional, similar a la crisis financiera asiática de 1997.
Sin embargo, las acciones de la Fed no tendrán tanto impacto en la región como lo tuvieron a fines de los años 1990. Hoy, las economías de ASEAN+3 son más fuertes y más durables, lo que hace que una crisis financiera al estilo de 1997 resulte improbable.
La crisis de 1997 fue causada principalmente por una combinación de desequilibrios macroeconómicos y marcadas reversiones de los flujos de capital, generados por ataques especulativos al baht tailandés y otras monedas regionales. Las economías del este de Asia habían gozado de un período de rápido crecimiento antes de la crisis –financiado por crecientes ingresos de capital y un excesivo préstamo externo-, pero sin una regulación y una política sólida. La mayoría de las monedas asiáticas todavía estaban ligadas al dólar estadounidense, los marcos regulatorios bancarios eran más simples y los colchones financieros eran bajos.
Reformas estructurales dolorosas han ayudado a las economías de ASEAN+3 a reconstruir sus balances, fortalecer los fundamentales económicos y establecer marcos regulatorios robustos. Los responsables de las políticas de la región, más habilidosos a la hora de pilotear las incertidumbres y gestionar los shocks, han ensamblado una formidable red de seguridad financiera de múltiples capas de 8,8 billones de dólares. Además de sus reservas extranjeras -7 billones de dólares en total-, las economías de ASEAN+3 ahora pueden basarse en acuerdos de canje multilaterales como el acuerdo Iniciativa de Multilateralización de Chiang Mai y el Fondo Monetario Internacional.
La mayoría de las economías emergentes de ASEAN+3 han tenido excedentes de cuenta corriente en los últimos años. En contraste, las economías aquejadas por la crisis tenían déficits de cuenta corriente persistentes y dependían del financiamiento externo en los años anteriores a la crisis financiera de 1997. Los países de ASEAN-4 (Malasia, Filipinas, Indonesia y Tailandia) han tenido excedentes de cuenta corriente durante gran parte de las últimas dos décadas –excepto Indonesia, que tuvo un pequeño déficit de cuenta corriente en el mismo período.
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Por otra parte, el tamaño del mercado de bonos en moneda local en la región ASEAN+3 ha aumentado al 123% del PIB este año, comparado con el 74% del PIB en 2000. Con la capacidad de endeudarse en moneda local, las deudas ya no están tan expuestas a un desfase de divisas como lo estaban durante la crisis financiera asiática.
De la misma manera, los flujos de capital no han estado subiendo en la región en los últimos años como en el período previo a las dos últimas crisis financieras. En los mercados de ASEAN-4, las salidas netas de capital han sido relativamente leves hasta ahora y los ingresos de capital consisten principalmente en inversiones directas relativamente estables. En Corea del Sur, las inversiones de cartera aumentaron durante la pandemia ya que los inversores veían los bonos coreanos como activos relativamente seguros.
Por último, las economías del este de Asia –especialmente las economías de ASEAN-4 y Corea del Sur afectadas por la crisis- ya no tienen regímenes con una estrecha paridad del tipo de cambio, lo que les permite a sus monedas fluctuar y ajustarse a las fuerzas de mercado como un colchón contra los shocks. Las pocas economías que todavía vinculan sus monedas al dólar estadounidense o a una canasta de monedas han logrado protegerse de los ataques especulativos a través de colchones de divisas fuertes y políticas fiscales prudentes.
Evidentemente, podría haber bolsones de debilidad en la región. La pandemia del COVID-19 todavía no terminó y la trayectoria de recuperación de cada economía dependerá de su capacidad de adaptarse y aprovechar las nuevas oportunidades. El ajuste monetario estadounidense podría afectar adversamente y de manera desigual a los mercados financieros en los países de ASEAN+3, y estos desenlaces podrían provocar salidas de cartera similares al berrinche del retiro (taper tantrum) de 2013. En los últimos meses, los inversores vendieron acciones en Corea del Sur y Filipinas y redujeron sus posiciones en bonos de Indonesia y Malasia. Sin embargo, hasta el momento, estas salidas han sido relativamente insignificantes y no ponen en jaque la estabilidad financiera.
El esperado rebote económico de China también contribuirá a la recuperación de la región, como fue el caso después de las crisis de 1997 y 2008. Se pronostica que la economía de China tocará fondo y retomará impulso durante la segunda mitad de 2022, y se espera que el crecimiento del año completo ronde el 4,8%, a pesar de importantes riesgos a la baja.
Un aumento de las tasas de interés en Estados Unidos probablemente conduzca a algunas salidas de capital y a mayores costos de endeudamiento para las economías de ASEAN+3. Pero una crisis financiera total al estilo de 1997 sigue siendo improbable. La región ha avanzado.