NUEVA YORK – En un comentario reciente, Joseph E. Stiglitz describe la recuperación de Argentina en 2021 como un “milagro del COVID”. Sin embargo, en nuestra opinión, el país va camino a otro desastre económico.
Consideremos la historia económica reciente de Argentina. Cuando el presidente Alberto Fernández asumió el cargo en diciembre de 2019, heredó una recesión de dos años y una inflación galopante (53,8%) de su antecesor, Mauricio Macri. La pandemia luego agudizó la recesión de Macri y el PIB real (ajustado por inflación) cayó el 9,9% en 2020. Si bien los enormes recursos naturales de Argentina ayudaron a su recuperación en tanto la pandemia viró de una demanda global de servicios a productos físicos, inclusive una tasa de crecimiento real estimada del 10% en 2021 no fue suficiente para que el PIB de Argentina recuperase su pico pre-COVID registrado en el cuarto trimestre de 2017.
Asimismo, si bien la recesión del COVID atenuó la inflación en la segunda mitad de 2020, la recuperación llevó la tasa anual de nuevo al 50,9% para fines de 2021, a pesar de los periódicos congelamientos de precios y los topes a las exportaciones de ciertos productos cárnicos y granos impuestos por el gobierno. Una tasa de inflación del 50% no es sostenible ni económica, ni social, ni políticamente. Pero reducirla exige austeridad fiscal, lo que significa atravesar un período de crecimiento por debajo del potencial y mayor desempleo.
NUEVA YORK – En un comentario reciente, Joseph E. Stiglitz describe la recuperación de Argentina en 2021 como un “milagro del COVID”. Sin embargo, en nuestra opinión, el país va camino a otro desastre económico.
Consideremos la historia económica reciente de Argentina. Cuando el presidente Alberto Fernández asumió el cargo en diciembre de 2019, heredó una recesión de dos años y una inflación galopante (53,8%) de su antecesor, Mauricio Macri. La pandemia luego agudizó la recesión de Macri y el PIB real (ajustado por inflación) cayó el 9,9% en 2020. Si bien los enormes recursos naturales de Argentina ayudaron a su recuperación en tanto la pandemia viró de una demanda global de servicios a productos físicos, inclusive una tasa de crecimiento real estimada del 10% en 2021 no fue suficiente para que el PIB de Argentina recuperase su pico pre-COVID registrado en el cuarto trimestre de 2017.
Asimismo, si bien la recesión del COVID atenuó la inflación en la segunda mitad de 2020, la recuperación llevó la tasa anual de nuevo al 50,9% para fines de 2021, a pesar de los periódicos congelamientos de precios y los topes a las exportaciones de ciertos productos cárnicos y granos impuestos por el gobierno. Una tasa de inflación del 50% no es sostenible ni económica, ni social, ni políticamente. Pero reducirla exige austeridad fiscal, lo que significa atravesar un período de crecimiento por debajo del potencial y mayor desempleo.