WASHINGTON, DC/RÍO DE JANEIRO/NUEVA DELHI – Nuestro futuro colectivo depende de un cambio transformador en nuestra relación con el planeta. Esta semana, durante la reunión de la Asamblea General de las Naciones Unidas en Nueva York, se llevarán a cabo negociaciones a nivel ministerial para planear la Cumbre del Futuro en 2024. Juntarnos para salvar nuestro hogar común debe estar en lo más alto de la agenda.
La triple crisis planetaria del cambio climático, la pérdida de diversidad y la contaminación se ha acelerado e intensificado en los últimos años. Asimismo, el mundo se está acercando de manera peligrosa a puntos de inflexión irreversibles, como el colapso de las placas de hielo de la Antártida Occidental y de Groenlandia, el blanqueamiento de los arrecifes de coral y una pérdida sustancial de bosques tropicales. El último informe del Panel Intergubernamental sobre el Cambio Climático muestra que el calentamiento global va camino a alcanzar o exceder la meta acordada internacionalmente de 1,5° C en los próximos veinte años, inclusive en el mejor escenario de lograr cero emisiones netas en 2050.
A pesar de estos riesgos y desafíos, todavía es posible alcanzar una economía global verde y equitativa. Un buen punto de partida sería que los países y las comunidades que se hayan beneficiado más tras décadas de explotación planetaria reconocieran que deben asumir una responsabilidad especial para ayudar a aliviar la crisis climática.
Los países ricos de todo el mundo son responsables de alrededor de la mitad de las emisiones históricas de carbono, que han sido esenciales para su desarrollo. El acuerdo climático de París, en consecuencia, destaca explícitamente que la gobernanza ambiental debe avanzar sobre la base de “responsabilidades comunes pero diferenciadas” -un principio central de la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático adoptada en la Cumbre de la Tierra en Río de Janeiro en 1992.
Pero la responsabilidad de comprometerse con una transición verde y justa depende de todos nosotros. En los países adinerados, donde los ricos son responsables de muchas más emisiones que los pobres, las soluciones ambientales deben hacer una diferencia entre altos y bajos emisores. Y si bien los países de ingresos bajos y medios tienen el derecho innegable de procurar un crecimiento, deben desarrollarse de manera más sustentable para beneficio de sus ciudadanos. La cooperación bilateral, así como las instituciones multilaterales, deberían ayudarlos a alinear sus políticas con las metas de reducción de emisiones, protección de la biodiversidad y un giro hacia una economía circular.
Para generar la voluntad política necesaria para llevar a cabo una transición verde justa, los países necesitan una visión de abundancia energética, riqueza de biodiversidad y un planeta próspero. Con este objetivo, como miembros de la Junta Asesora de Alto Nivel sobre Multilateralismo Efectivo de la Secretaría General de las Naciones (HLAB), proponemos que un Pacto para el Futuro, que ha sido propuesto como resultado de la Cumbre del Futuro, incluya un conjunto de recomendaciones para reequilibrar la relación entre la gente y el planeta delineada en el informe que la HLAB presentó ante la Secretaría General de las Naciones Unidas en abril.
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Nuestras propuestas reconocen que un planeta saludable es un bien público global que beneficia a toda la humanidad. Alinearía los compromisos contractuales existentes, plantearía una ambición colectiva y dirigiría los recursos que permitan que los estados y los actores no estatales forjen un futuro de cero emisiones netas.
Para los países en desarrollo, la transición verde ofrece la posibilidad de unirse a las filas de los países de altos ingresos del mundo. Si bien carecen de los medios financieros para financiar políticas ambiciosas como la Ley de Reducción de la Inflación de Estados Unidos y el Pacto Verde Europeo, muchos de estos países tienen abundantes recursos naturales, como bosques que deben salvaguardarse para preservar el planeta y los minerales y tierras raras necesarios para alcanzar la transición energética. Asimismo, los cambios de poder global les han otorgado una influencia adicional para poder implementar nuevas opciones de financiamiento y acuerdos más justos para abordar los desafíos climáticos.
Como participantes activos en las negociaciones para un Pacto para el Futuro, los países de ingresos bajos y medios pueden aumentar sus ambiciones verdes, tomar la delantera en la creación de un futuro sustentable y rechazar la vieja “división internacional del trabajo”, en la que sus recursos naturales fueron explotados para crear riqueza y acelerar la descarbonización en las economías avanzadas. Por el contrario, en la inminente Cumbre del Futuro, pueden proponer y negociar acuerdos multilaterales y mecanismos de financiación que den pie a una transición climática justa junto con los Objetivos de Desarrollo Sostenible.
Ya se han sentado las bases para un Pacto para el Futuro que beneficie a la gente y al planeta. El primer paso es reafirmar las obligaciones contractuales existentes -incluido el acuerdo climático de París, el Marco de Biodiversidad Global de Kunming-Montreal y otras- y acelerar el progreso con metas que tengan plazos definidos. El pacto también debería tener como objetivo cero emisiones netas, la eliminación gradual de los combustibles fósiles, el suministro de energía limpia a los 800 millones de personas que carecen de acceso a la electricidad, la interrupción de la deforestación (incluido un nuevo mecanismo de incentivos para proteger a los bosques en pie), metas de biodiversidad que respeten los derechos de las poblaciones indígenas y de las comunidades locales, la regeneración de los sistemas naturales y un planeta libre de contaminación.
El problema es que, sin inversión, estos compromisos seguirán siendo promesas en papel. Por lo tanto, la HLAB respalda las recomendaciones del Grupo de Expertos de Alto Nivel de las Naciones Unidas sobre los Compromisos de Cero Emisiones Netas de las Entidades No Estatales en 2022, que especifican la escala de inversión requerida para alcanzar cero emisiones netas y los pasos prácticos que deben tomar los estados miembro y los bancos multilaterales para empezar a satisfacer estas necesidades.
La HLAB también enfatiza que, además de movilizar los recursos financieros, una transición verde justa requiere transferencias de conocimiento y tecnología. Y destaca la importancia de tarificar y regular las emisiones de carbono, eliminar los subsidios a los combustibles fósiles, aumentar la transparencia respecto de las emisiones y la captura de carbono y ofrecer incentivos para acelerar el cambio a una energía limpia.
Contrariamente a la creencia popular, abordar el cambio climático no es un juego de suma cero. Recuperar el equilibrio con la naturaleza no solo garantizaría la supervivencia de las generaciones futuras, sino que también generaría incontables oportunidades para las actuales. Sin embargo, para ser exitoso, el pacto debe incluir compromisos sólidos y establecer expectativas claras. Ahora que los preparativos para la Cumbre del Futuro están en marcha, es hora de empezar a imaginar nuestro recorrido compartido hacia una transición sustentable y equitativa.
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Not only did Donald Trump win last week’s US presidential election decisively – winning some three million more votes than his opponent, Vice President Kamala Harris – but the Republican Party he now controls gained majorities in both houses on Congress. Given the far-reaching implications of this result – for both US democracy and global stability – understanding how it came about is essential.
By voting for Republican candidates, working-class voters effectively get to have their cake and eat it, expressing conservative moral preferences while relying on Democrats to fight for their basic economic security. The best strategy for Democrats now will be to permit voters to face the consequences of their choice.
urges the party to adopt a long-term strategy aimed at discrediting the MAGA ideology once and for all.
WASHINGTON, DC/RÍO DE JANEIRO/NUEVA DELHI – Nuestro futuro colectivo depende de un cambio transformador en nuestra relación con el planeta. Esta semana, durante la reunión de la Asamblea General de las Naciones Unidas en Nueva York, se llevarán a cabo negociaciones a nivel ministerial para planear la Cumbre del Futuro en 2024. Juntarnos para salvar nuestro hogar común debe estar en lo más alto de la agenda.
La triple crisis planetaria del cambio climático, la pérdida de diversidad y la contaminación se ha acelerado e intensificado en los últimos años. Asimismo, el mundo se está acercando de manera peligrosa a puntos de inflexión irreversibles, como el colapso de las placas de hielo de la Antártida Occidental y de Groenlandia, el blanqueamiento de los arrecifes de coral y una pérdida sustancial de bosques tropicales. El último informe del Panel Intergubernamental sobre el Cambio Climático muestra que el calentamiento global va camino a alcanzar o exceder la meta acordada internacionalmente de 1,5° C en los próximos veinte años, inclusive en el mejor escenario de lograr cero emisiones netas en 2050.
A pesar de estos riesgos y desafíos, todavía es posible alcanzar una economía global verde y equitativa. Un buen punto de partida sería que los países y las comunidades que se hayan beneficiado más tras décadas de explotación planetaria reconocieran que deben asumir una responsabilidad especial para ayudar a aliviar la crisis climática.
Los países ricos de todo el mundo son responsables de alrededor de la mitad de las emisiones históricas de carbono, que han sido esenciales para su desarrollo. El acuerdo climático de París, en consecuencia, destaca explícitamente que la gobernanza ambiental debe avanzar sobre la base de “responsabilidades comunes pero diferenciadas” -un principio central de la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático adoptada en la Cumbre de la Tierra en Río de Janeiro en 1992.
Pero la responsabilidad de comprometerse con una transición verde y justa depende de todos nosotros. En los países adinerados, donde los ricos son responsables de muchas más emisiones que los pobres, las soluciones ambientales deben hacer una diferencia entre altos y bajos emisores. Y si bien los países de ingresos bajos y medios tienen el derecho innegable de procurar un crecimiento, deben desarrollarse de manera más sustentable para beneficio de sus ciudadanos. La cooperación bilateral, así como las instituciones multilaterales, deberían ayudarlos a alinear sus políticas con las metas de reducción de emisiones, protección de la biodiversidad y un giro hacia una economía circular.
Para generar la voluntad política necesaria para llevar a cabo una transición verde justa, los países necesitan una visión de abundancia energética, riqueza de biodiversidad y un planeta próspero. Con este objetivo, como miembros de la Junta Asesora de Alto Nivel sobre Multilateralismo Efectivo de la Secretaría General de las Naciones (HLAB), proponemos que un Pacto para el Futuro, que ha sido propuesto como resultado de la Cumbre del Futuro, incluya un conjunto de recomendaciones para reequilibrar la relación entre la gente y el planeta delineada en el informe que la HLAB presentó ante la Secretaría General de las Naciones Unidas en abril.
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Para los países en desarrollo, la transición verde ofrece la posibilidad de unirse a las filas de los países de altos ingresos del mundo. Si bien carecen de los medios financieros para financiar políticas ambiciosas como la Ley de Reducción de la Inflación de Estados Unidos y el Pacto Verde Europeo, muchos de estos países tienen abundantes recursos naturales, como bosques que deben salvaguardarse para preservar el planeta y los minerales y tierras raras necesarios para alcanzar la transición energética. Asimismo, los cambios de poder global les han otorgado una influencia adicional para poder implementar nuevas opciones de financiamiento y acuerdos más justos para abordar los desafíos climáticos.
Como participantes activos en las negociaciones para un Pacto para el Futuro, los países de ingresos bajos y medios pueden aumentar sus ambiciones verdes, tomar la delantera en la creación de un futuro sustentable y rechazar la vieja “división internacional del trabajo”, en la que sus recursos naturales fueron explotados para crear riqueza y acelerar la descarbonización en las economías avanzadas. Por el contrario, en la inminente Cumbre del Futuro, pueden proponer y negociar acuerdos multilaterales y mecanismos de financiación que den pie a una transición climática justa junto con los Objetivos de Desarrollo Sostenible.
Ya se han sentado las bases para un Pacto para el Futuro que beneficie a la gente y al planeta. El primer paso es reafirmar las obligaciones contractuales existentes -incluido el acuerdo climático de París, el Marco de Biodiversidad Global de Kunming-Montreal y otras- y acelerar el progreso con metas que tengan plazos definidos. El pacto también debería tener como objetivo cero emisiones netas, la eliminación gradual de los combustibles fósiles, el suministro de energía limpia a los 800 millones de personas que carecen de acceso a la electricidad, la interrupción de la deforestación (incluido un nuevo mecanismo de incentivos para proteger a los bosques en pie), metas de biodiversidad que respeten los derechos de las poblaciones indígenas y de las comunidades locales, la regeneración de los sistemas naturales y un planeta libre de contaminación.
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Contrariamente a la creencia popular, abordar el cambio climático no es un juego de suma cero. Recuperar el equilibrio con la naturaleza no solo garantizaría la supervivencia de las generaciones futuras, sino que también generaría incontables oportunidades para las actuales. Sin embargo, para ser exitoso, el pacto debe incluir compromisos sólidos y establecer expectativas claras. Ahora que los preparativos para la Cumbre del Futuro están en marcha, es hora de empezar a imaginar nuestro recorrido compartido hacia una transición sustentable y equitativa.