SAN FRANCISCO – Hace casi 30 años, los economistas Robert Solow y Stephen Roach causaron una conmoción cuando señalaron que no había ninguna evidencia de que todos los miles de millones de dólares invertidos en tecnología de la información se hubiera traducido en una mayor productividad. Las empresas estaban comprando decenas de millones de computadoras cada año y Microsoft acabada de salir a bolsa, redituándole a Bill Gates sus primeros mil millones. Y, sin embargo, en lo que llegó a conocerse como la paradoja de la productividad, las estadísticas nacionales demostraban que no sólo el crecimiento de la productividad no se aceleraba sino que, en realidad, se estaba desacelerando. “Se puede ver la era de la informática en todas partes”, bromeó Solow, “menos en las estadísticas de productividad”.
SAN FRANCISCO – Hace casi 30 años, los economistas Robert Solow y Stephen Roach causaron una conmoción cuando señalaron que no había ninguna evidencia de que todos los miles de millones de dólares invertidos en tecnología de la información se hubiera traducido en una mayor productividad. Las empresas estaban comprando decenas de millones de computadoras cada año y Microsoft acabada de salir a bolsa, redituándole a Bill Gates sus primeros mil millones. Y, sin embargo, en lo que llegó a conocerse como la paradoja de la productividad, las estadísticas nacionales demostraban que no sólo el crecimiento de la productividad no se aceleraba sino que, en realidad, se estaba desacelerando. “Se puede ver la era de la informática en todas partes”, bromeó Solow, “menos en las estadísticas de productividad”.