towen2_Robert CianfloneGetty Images_facebook australia Robert Cianflone/Getty Images

Salvemos al periodismo de los gigantes de la tecnología

MONTREAL – Es fácil olvidar que, durante mucho tiempo —mucho antes de que Google y Facebook se enfrentaran con el gobierno australiano el mes pasado—, no existía un modelo de negocios probado para Internet. Es por eso, después de todo, que estalló la burbuja de las puntocoms. Pero luego Google y Facebook encontraron la forma de convertir su mayor activo, los datos de los usuarios, en un producto lucrativo: publicidad dirigida a los consumidores con una precisión y sutileza que la televisión tradicional y los avisos impresos nunca podrían lograr.

Mucho se puede hablar sobre este tipo de publicidad microdirigida, su impacto sobre la sociedad e incluso si debiera estar permitida. Pero algo está claro: ha sido increíblemente exitosa en términos comerciales. Google y Facebook captaron casi todo el ingreso disponible para publicidad en el mercado y son ahora dos de las empresas más rentables de la historia, tan poderosas que pueden intimidar a muchos gobiernos nacionales.

Debido a que Google y Facebook lograron un dominio de tipo monopólico sobre la publicidad digital en las búsquedas y las redes sociales, respectivamente, ahora es casi imposible negociar con ellas. Todavía peor, se creó un modelo de negocios que no se basa en la distribución de información confiable a expensas de instituciones periodísticas confiables y otros miembros del sector que ofrecen este bien público fundamental. Nos dejaron entonces con un doble fallo del mercado que no solo perjudica al negocio de la publicidad, sino también a la democracia.

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