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Apropiarse de los reclamos populistas

VARSOVIA – ¡Dos hurras por el presidente estadounidense Donald Trump! Sin él, Occidente seguiría pensando que el populismo es un problema exclusivo de Europa central y oriental. Pero la presidencia de Trump demuestra a las claras el hecho de que el populismo no es meramente un producto de la presunta “inmadurez” de los países poscomunistas.

Se atribuye a León Tolstoi haber dicho que cuanto más lejos está uno de los acontecimientos, más inevitables le parecen. Es lo que sucede con la actual oleada populista. No era inevitable que el partido Ley y Justicia (PiS) de Polonia llegara al poder con el 38% de los votos en 2015; ni era inevitable que Trump ganara la presidencia estadounidense, pese a haber recibido casi tres millones de votos menos que su rival. En ambos casos, influyeron la suerte y la incompetencia de los competidores, así como influyeron en la llegada al poder de fuerzas decididamente liberales en Francia en 2017.

Sin embargo, ya próximos a empezar 2018, debemos reconocer que se anuncia otro año de turbulencia populista. Después de todo, la política populista en las democracias, antiguas o modernas, no es algo nuevo. En el siglo XIX, el movimiento a favor de la libre acuñación de la plata dividió a Estados Unidos casi del mismo modo en que el Brexit divide a Gran Bretaña hoy.

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