Andrés Velasco, a former presidential candidate and finance minister of Chile, is Dean of the School of Public Policy at the London School of Economics and Political Science. He is the author of numerous books and papers on international economics and development, and has served on the faculty at Harvard, Columbia, and New York Universities.
BOGOTÁ/BUENOS AIRES/LONDRES – Muchas regiones tuvieron un mal desempeño frente a la COVID‑19, pero el de América Latina fue peor al de la mayoría, en cuanto a pérdidas humanas y económicas. En noviembre de 2020, nueve de los veinte países con más muertes per cápita por COVID‑19 eran latinoamericanos. El Fondo Monetario Internacional prevé que la producción regional se reduzca un 8,1% en 2020, una caída regional sólo superada por la eurozona. El resultado es que casi 15 millones de personas más vivirán en la extrema pobreza en América Latina.
La primera explicación del mal desempeño de la región que viene a la mente es un liderazgo deficiente. La primera reacción del presidente brasileño Jair Bolsonaro fue afirmar que la pandemia era una mentira de los medios. El presidente mexicano Andrés Manuel López Obrador se pasó semanas negando el peligro del coronavirus y siguió abrazando y dando la mano a sus simpatizantes, hasta que de pronto invirtió el rumbo e impuso una cuarentena estricta. Pero incluso en países que respondieron pronto, las medidas de contención no lograron reducir la cantidad de casos de COVID‑19. Los resultados sanitarios han sido igualmente pobres en Argentina y Perú, que aplicaron medidas de confinamiento estricto, y en Chile y Colombia, que siguieron una estrategia más flexible.
Una de las razones fue que América Latina tuvo un mal punto de partida, por la gran cantidad de personas afectadas por problemas de salud previos y la prevalencia de situaciones de cohabitación multigeneracional que facilitaron los contagios entre las personas más vulnerables. La gran informalidad del mercado laboral dificultó el cumplimiento de las cuarentenas. Tampoco ayudaron la alta proporción de puestos de trabajo presenciales (incluida la venta minorista) y la escasez de oportunidades de trabajo remoto (resultante de la mala conectividad y del poco alfabetismo digital). La ineficacia de los gobiernos dejó a los sistemas sanitarios mal preparados, a pesar de la aplicación temprana de cuarentenas que postergó el pico de contagios.
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