TEL AVIV – En 1795, el filósofo alemán Immanuel Kant escribió que las formas de lograr la paz perpetua eran la diplomacia o una «guerra de exterminio» que aniquilara a todas las partes y solo dejara «el gran cementerio de la especie humana». Históricamente, la humanidad se ha inclinado por esta segunda opción, al menos hasta que los estragos de la guerra obligaron a los estados enfrentados a acordar un compromiso. E incluso entonces fue necesario un liderazgo audaz para poner fin al derramamiento de sangre.
El coraje del presidente ucraniano Volodímir Zelenski como líder en tiempo de guerra es innegable, pero Zelenski también es rehén de su entorno político. Contra un ejército invasor despiadado, su supervivencia política (y tal vez física) depende de un férreo compromiso con la derrota absoluta de los rusos.
Cuando se trata de la transición de la guerra a la paz, la opinión pública suele ser más belicosa que los líderes políticos. Si bien las guerras patrióticas como la ucraniana suelen unir a los países, la búsqueda de una paz imperfecta durante la guerra resulta inherentemente divisoria y se la suele percibir como una traición.
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At the end of European Communism, there was a widespread, euphoric hope that freedom and democracy would bring a better life; eventually, though, many lost that hope. The problem, under both Communism and the new liberal dispensation, was that those pursuing grand social projects had embraced ideology instead of philosophy.
considers what an Albanian Marxist philosopher can tell us about liberty in today's world.
For the US, Slovakia's general election may produce another unreliable allied government. But instead of turning a blind eye to such allies, as President Joe Biden has been doing with Poland, or confronting them with an uncompromising stance, the US should spearhead efforts to help mend flawed democracies.
reflect on the outcome of Slovakia's general election in the run-up to Poland's decisive vote.
TEL AVIV – En 1795, el filósofo alemán Immanuel Kant escribió que las formas de lograr la paz perpetua eran la diplomacia o una «guerra de exterminio» que aniquilara a todas las partes y solo dejara «el gran cementerio de la especie humana». Históricamente, la humanidad se ha inclinado por esta segunda opción, al menos hasta que los estragos de la guerra obligaron a los estados enfrentados a acordar un compromiso. E incluso entonces fue necesario un liderazgo audaz para poner fin al derramamiento de sangre.
El coraje del presidente ucraniano Volodímir Zelenski como líder en tiempo de guerra es innegable, pero Zelenski también es rehén de su entorno político. Contra un ejército invasor despiadado, su supervivencia política (y tal vez física) depende de un férreo compromiso con la derrota absoluta de los rusos.
Cuando se trata de la transición de la guerra a la paz, la opinión pública suele ser más belicosa que los líderes políticos. Si bien las guerras patrióticas como la ucraniana suelen unir a los países, la búsqueda de una paz imperfecta durante la guerra resulta inherentemente divisoria y se la suele percibir como una traición.
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