khrushcheva114_KenzaburoFukuharaPoolGettyImages_putinxisittingangrily Kenzaburo Fukuhara/Pool/Getty Images

Cuando los leninistas se extralimitan

MOSCÚ – Las actuales protestas callejeras en Hong Kong y Moscú sin duda han asustado a la dupla autoritaria del Presidente chino Xi Jinping y el Presidente ruso Vladimir Putin. Las protestas moscovitas, las mayores en varios años, deben de mantener en vela a Putin de noche, o no estarían siendo dispersas con tanta brutalidad. Pero, en lugar de dialogar con la gente, Putin ha procurado demostrar que tiene el control, incluso pavoneándose en un apretado traje de cuero con su pandilla favorita de motociclistas.

Sin embargo, las manifestaciones se han convertido en un inquietante signo de la menguante popularidad de Putin, también entre las elites rusas, cuyos puntos de vista importan de maneras que no lo hacen otras formas de opinión pública. Por dos décadas, las facciones rivales de la elite rusa han visto a Putin como garante de sus intereses generales, en especial de los financieros. Pero a medida que la economía rusa se hunde en un estancamiento inducido por las sanciones, el liderazgo de Putin ha comenzado a lucir más como un bloque que obstruye el camino que una baranda protectora. Cada vez menos rusos siguen aceptando que “Putin es Rusia y Rusia es Putin”, mantra que se solía escuchar hace apenas cinco años, tras la anexión de Crimea.

Más aún, las esperanzas de Putin de que el Presidente estadounidense Donald Trump mejorara las relaciones con Rusia han comenzado a parecer algo miopes, si no derechamente ilusorias. Si bien Trump ha debilitado las instituciones estadounidenses y socavado las alianzas occidentales (lo que ha beneficiado a Putin), la Casa Blanca también ha convertido la política exterior de EE.UU. en una ruleta impredecible. Peor todavía, la administración Trump está abandonando sistemáticamente los acuerdos de control de armas que por largo tiempo dieron algún grado de certidumbre a los asuntos nucleares.

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