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Más allá de la política industrial

Washington D. C. – Estados Unidos (re)descubrió la política industrial. Según la estrategia de seguridad nacional del presidente Joe Biden, su gobierno considera que la «estrategia industrial y de innovación moderna» es el eje de la economía del futuro. Se trata de una política económica, una filosofía comercial y una estrategia política centradas tanto en fabricar como en vender, en producir como en comprar, y en la dignidad como en la eficiencia.

Como base para un cambio hacia una economía y una sociedad posneoliberales, este marco de política tiene potencial, especialmente por su énfasis en la inversión pública estratégica. Pero para cubrir todo el espectro de desafíos que enfrentan los estadounidenses debe ir más allá y abrazar nuevas formas de fabricar bienes y proveer servicios que enfaticen el valor de las relaciones y las economías locales saludables.

Como sugiere su nombre, la política industrial surge de una era en que el término «industria» era sinónimo de la fabricación a escala mediante la producción masiva. El economista de la Universidad de Harvard Dani Rodrik describe a la política industrial contemporánea como la ilustración de una nueva doctrina de «productivismo», con énfasis en buenos empleos y buenos salarios distribuidos «en todas las regiones y todos los segmentos de la fuerza de trabajo». A diferencia del neoliberalismo, el productivista reconoce el papel fundamental del gobierno y la sociedad civil para la creación de empleos; a diferencia del keynesianismo, se centra en medidas del lado de la oferta que permitirían a los trabajadores producir su propio sustento en vez de depender de la redistribución y las transferencias sociales.

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