¿El rescate estadounidense de China?

ZURICH – La economía del siglo XXI se ha visto hasta ahora moldeada por los flujos de capital de China y Estados Unidos –un patrón que contuvo las tasas de interés mundiales, ayudó a revigorizar la burbuja de apalancamiento en el mundo desarrollado y, gracias a su impacto sobre el mercado monetario, impulsó el meteórico ascenso chino. Pero no se trató de flujos de capital ordinarios. En vez de ser impulsados por inversiones directas o de cartera, provinieron principalmente de la acumulación por el Banco Popular Chino (BPC) de $3,5 billones en reservas en moneda extranjera –en gran medida, bonos del Tesoro de EE. UU.

Que una sola institución tenga tanta influencia sobre las tendencias macroeconómicas mundiales ha causado considerable ansiedad. Los agoreros predicen que las dudas sobre la sostenibilidad de la deuda estadounidense obligarán a China a liquidar sus tenencias. Esto elevaría las tasas de interés en EE. UU. y podría, en última instancia, disparar el colapso del dólar.

Pero vender los bonos del Tesoro estadounidense, se ha argumentado, no conviene a China, dado que apreciaría al yuan respecto del dólar, disminuiría el valor local de las reservas chinas y socavaría la competitividad del sector exportador. De hecho, un informe del Departamento de Defensa estadounidense del año pasado sobre las implicaciones para la seguridad nacional de las tenencias chinas de deuda de EE. UU. concluyó que «intentar usar los activos del tesoro como una herramienta de coerción tendría efectos limitados y probablemente dañaría más a China que a [EE. UU.]».

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