Nancy Qian, Professor of Managerial Economics and Decision Sciences at Northwestern University’s Kellogg School of Management, is Founding Director of China Econ Lab and Northwestern’s China Lab and leads the Kellogg development economics initiative.
CHICAGO – La retirada de Estados Unidos del territorio afgano ha concentrado la atención mundial. El caos, la angustia y la ansiedad generalizada de quienes quedaron a su suerte tras ser abandonados por EE.UU. y sus aliados han dado pie a importantes críticas. Parece inconcebible que, tras 20 años de guerra, decenas de miles de muertes y $2 billones no hayan bastado para construir un nuevo Afganistán.
Se han levantado muchos dedos acusatorios dirigidos a muchos culpables en relación con la debacle de Occidente. Pero hay reticencia a la hora de hablar sobre el problema más fundamental: la ausencia de una identidad afgana en común y la poca intención de la coalición encabezada por EE.UU. de irla nutriendo.
Todos los estados funcionales poseen algún grado de identidad nacional en común. Lo más frecuente es que esto siga líneas religiosas, lingüísticas o étnicas, que a veces se crean explícitamente para ese fin. Un ejemplo es la creación por parte de Prusia de una identidad étnica germánica durante el siglo XIX, que promovió en los territorios por donde se expandía. El nuevo idioma alemán estaba relacionado con el antiguo alto alemán, pero no existía en realidad antes de que los prusianos intentaran crear una nueva nación alemana. Procesos similares ocurrieron en Francia e Italia en los siglos XVII y XIX, respectivamente.
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