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Dos sistemas, un mundo

BERLÍN – A medida que se aproxima el aniversario 30 de la caída del Muro de Berlín, ha vuelto al primer plano el tema de la libertad en Moscú y Hong Kong, aunque en circunstancias históricas y políticas muy diferentes. Es un recordatorio de que la época moderna se construyó sobre el ideal de libertad y el reconocimiento de que todas las personas nacen iguales. Cuando se asentó esta radical idea de la Ilustración, significó una ruptura con toda la historia anterior. Pero los tiempos han cambiado. En el siglo veintiuno nos enfrentamos a una cuestión fundamental: ¿podría representar una forma modernizada de autoritarismo una alternativa a la democracia liberal y al estado de derecho?

En 1989, la respuesta obvia a esta pregunta habría sido que no, no solamente en Occidente sino en todo el mundo. Sin embargo, desde entonces hemos sido testigos de la reaparición del nacionalismo en Europa, el fracaso de la Primavera Árabe, la elección del Presidente estadounidense Donald Trump, la recaída de Rusia en el revanchismo y el surgimiento de una China global. Hoy las apuestas por la democracia liberal parecen condenadas al fracaso.

El surgimiento de China como una segunda superpotencia militar, económica y tecnológica sugiere que hoy existe un modelo de desarrollo alternativo. En la China actual, el estado de derecho y la democracia se consideran una amenaza al régimen unipartidista. Por consiguiente, las actuales protestas por la libertad y la rendición de cuentas democrática en Hong Kong ponen al descubierto una división no solo entre dos marcos normativos, sino entre dos sistemas de poder político.

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