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El carrusel de la UE

MADRID – En su primer discurso sobre el estado de la Unión Europea, la presidenta de la Comisión Ursula von der Leyen, abordó con amplitud y precisión el momento actual: alabó los logros recientes de Europa e identificó los objetivos del bloque para los años venideros. Le prestó especial atención al Pacto Verde Europeo y a la Agenda Digital, y propugnó la compleción de la Unión Bancaria, así como la integración de los mercados de capital. En tiempos normales, una presentación sólida si no particularmente inspiradora. Pero estos no son tiempos normales.

No cabe duda, las políticas y acciones que Von der Leyen desgranó en su presentación son importantes. Importantísimas, incluso. Pero en la situación actual, ninguna política, por sí sola, reforzará los cimientos de la UE. Ningún programa altisonante, ningún aumento presupuestario, ningún acuerdo interinstitucional asegurarán su proyección a futuro. Ninguna emisión de deuda conjunta, cualquiera sea su volumen, garantizará su supervivencia. Para perdurar y prosperar, Europa necesita una visión a la altura de los desafíos que enfrenta, que establezca un sentido de propósito compartido entre los ciudadanos y que movilice el apoyo popular.

Los actores políticos de la UE llevan mucho tiempo promoviendo un concepto hueco, o al menos asimétrico de ciudadanía europea que marca acento en los derechos y orilla responsabilidades y cargas, mostrando qué hace la UE, pero no para qué existe. Y muchos dirigentes rechazan de plano cualquier discusión sobre el tema. Creen que la respuesta es obvia: que Europa es inevitable y que los europeos están indisolublemente ligados en una comunidad de destino.

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