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Por qué los populistas no aceptan las derrotas

PRINCETON – En las instancias previas a las elecciones presidenciales brasileñas del mes que viene, el actual mandatario, Jair Bolsonaro, prepara su propia versión de la «gran mentira» que planteó el expresidente estadounidense Donald Trump: si pierde en las urnas será porque hubo fraude. Los gobernantes que adoptan esta táctica pueden sencillamente negarse a admitir la derrota e irse en silencio, o, algo más peligroso, fomentar el escándalo e incluso incitar a sus seguidores a la violencia.

No sorprende que Bolsonaro, cuyo apodo es «Trump tropical», lo emule también en esto. Trump demostró cómo después de perder las elecciones alguien puede retener su poder —y hasta convertirse en una fuerza dominante— en la política de un país. Pero aceptar el resultado de las elecciones es uno de los elementos más básicos de una democracia. Si negar las derrotas electorales es una nueva tendencia mundial, la pregunta es por qué tantos ciudadanos aceptarían a los líderes que se quejan del fraude en forma fraudulenta.

Bolsonaro enfrenta a Luiz Inácio Lula da Silva (más conocido como Lula), un expresidente de izquierda aún muy popular, como lo demuestra su amplia y sostenida ventaja en las encuestas de opinión. Aunque la diferencia podría reducirse, se prevé que Bolsonaro, de la extrema derecha, perderá. Pero pasó años preparando a sus partidarios para que no acepten ese resultado.

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