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Ser apátrida en una pandemia

LONDRES – Maijaan Nessa, una mujer musulmana de 38 años, nació en India de padres indios. Ha vivido allí, en el estado de Assam, toda su vida. Pero, hace siete años, fue declarada extranjera, la arrestaron y la detuvieron. Mientras languidecía detenida, su hijo mayor, angustiado, se suicidó. A pesar de esta devastadora tragedia personal, y las barreras creadas por la pobreza y el analfabetismo, su marido musulmán bengalí y el resto de su familia siguieron luchando por su liberación hasta que, casi cinco años después de haber sido detenida por primera vez, Maijaan fue liberada. Pero su condición está muy lejos de ser segura.

Maijaan es víctima de un proyecto político de muchos años para actualizar el Registro Nacional de Ciudadanos en Assam de una manera que excluye a enormes grupos de la población, principalmente musulmanes y gente de origen bengalí. En 2019, cuando se “finalizó” el Registro Nacional de Ciudadanos, 1,9 millones de personas fueron oficialmente declaradas no-ciudadanos, como había sucedido con Maijaan. De pronto, todas ellas estaban al borde de ser apátridas.

Esa “violencia burocrática” no es nada nuevo. Desde los kurdos en Siria en los años 1960 hasta los rohingya en Myanmar en los años 1980, los grupos minoritarios muchas veces han sido blanco de leyes de ciudadanía basadas en la etnicidad.

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