mueller38_JOHN MACDOUGALLAFP via Getty Images_scholzrespect John Macdougall/AFP via Getty Images

Respeto para todos

PRINCETON – Unas cuantas victorias de los partidos de centroizquierda en países grandes difícilmente señale una tendencia internacional. Sin embargo, el hecho de que los demócratas estadounidenses hayan ganado las presidenciales en 2020 y los socialdemócratas (SPD) alemanes en 2021, por no mencionar el sólido resultado socialista en las recientes elecciones en Portugal, sugiere que la tan debatida crisis de la socialdemocracia no ha sido fatal.

Según algunos estrategas de centroizquierda, para una renovación política es necesario apartarse de todo lo que se parezca a política identitaria. Supuestamente, el hecho de que la exitosa campaña del Canciller alemán Olaf Scholz se basara en el tema del “respeto” lo demuestra. Pareciera que eso implica que la “clase trabajadora” merece prioridad por sobre el reconocimiento de minorías autoidentificadas cada vez más asertivas. Y de esta premisa sigue otro argumento que los expertos han estado diciendo por años: la centroizquierda debe recuperar votos de la extrema derecha, no solo volviendo a poner énfasis en asuntos cotidianos, sino también haciendo concesiones al sentimiento nacionalista y antiinmigración (aunque esta parte no se suele decir en voz alta).

Pero esa es una falsa premisa, tanto en lo empírico como en lo moral, y los partidos que impulsan esa estrategia no solo no lograrán articular mayorías en el futuro, sino que además traicionarán los principios básicos que definen a la centroizquierda y que los votantes más jóvenes se toman muy en serio. Sin duda, el triunfo de Scholz el año pasado pareció vindicar al ex líder del SPD Sigmar Gabriel, que advirtió en 2016 que “si pierdes a los trabajadores de las zonas mineras e industriales [el llamado Rust Belt], los hípsters de California no te salvarán”. Scholz también se inspiró en el filósofo político de Harvard Michael Sandel, que ha estado alertando a la centroizquierda a que abandone su obsesión con la meritocracia.

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