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Nuevos indicadores para terminar el cortoplacismo

GINEBRA – A los ministros de finanzas congregados en Washington para las reuniones anuales del Banco Mundial y el Fondo Monetario Internacional no les faltan temas urgentes que discutir. El temor a una recesión global, la guerra comercial sinoestadounidense, el resultado de las conversaciones por el Brexit y una peligrosa acumulación de deuda hacen de esta coyuntura económica la más difícil en un decenio. Son temas que hay que discutir, y ojalá puedan resolverse con el menor daño posible.

Pero no deberían desviar la atención de desafíos a largo plazo todavía más apremiantes: alcanzar los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) de Naciones Unidas en 2030; avanzar en el cumplimiento del acuerdo climático de París en los próximos 30 años; y reformar el sistema económico global para adecuarlo a los próximos 50 años y después.

Todo esto implica poner fin al cortoplacismo económico que subyace a la formulación de políticas en la actualidad. Para ello, debemos crear indicadores que nos permitan medir nuestro desempeño en relación con estas prioridades a largo plazo. Tengo en tal sentido tres sugerencias. En primer lugar, debemos reconsiderar el uso del PIB como “principal indicador de desempeño” en política económica. En segundo lugar, adoptar herramientas de seguimiento independientes para la evaluación de los avances respecto del acuerdo de París y de los ODS. En tercer lugar, implementar el “capitalismo de partes interesadas” mediante la introducción de indicadores ambientales, sociales y de gobernanza (ASG) para las empresas.

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