jamal khashoggi OZAN KOSE/AFP/Getty Images

El martirio de Jamal Khashoggi

AMMÁN – El periódico Al-Araby Al-Jadeed, con sede en Londres, publicó hace poco una viñeta del artista jordano Emad Hajjaj en que se ve un hombre sin rostro con una kufiyya blanca y roja y haciendo un movimiento de barrido con su túnica, como si estuviera ejecutando un truco de magia que hiciera flotar papeles a su alrededor. En la parte inferior del cuadro, la mano de otro hombre, vistiendo lo que parece ser una camisa blanca abotonada, levanta el brazo y suelta su bolígrafo para tratar de alcanzar otra cosa para salvarse. En el pie de foto se lee: “La desaparición del periodista saudí Jamal Khashoggi.”

La viñeta nombra a la víctima, pero no al perpetrador. Es cierto que cualquier árabe (de hecho, casi todos) sabe exactamente quién es responsable de la desaparición de Khashoggi: el Príncipe de la corona Mohammed bin Salman de Arabia Saudí. Pero el hecho de que un conocido caricaturista haya tenido que disfrazar al culpable dice mucho del miedo que sienten los periodistas independientes del mundo árabe. La desaparición de Khashoggi no ha hecho más que profundizar su ansiedad.

Los países árabes tienen un largo historial de premiar a los periodistas que siguen la línea oficial y castigar a aquellos que, como Khashoggi, se atrever a decir la verdad al poder. Desde las fallidas revoluciones de la Primavera Árabe -de las cuales Túnez es la única exitosa-, los ciudadanos de la región se han visto enfrentados a la difícil decisión de optar entre regímenes islamistas radicales y el régimen militar. Las iniciativas para presentar alternativas democráticas se han reprimido sistemáticamente.

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