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La batalla por la libertad de prensa es local

ÁMSTERDAM – Una macabra novela de suspenso político tuvo lugar hace poco en la provincia filipina de La Paragua, una isla conocida principalmente por su rica biodiversidad y sus playas prístinas. El 9 de mayo, Joel T. Reyes, supuesto cerebro del asesinato en 2011 del famoso locutor de radio Gerry Ortega, volvió a postularse para gobernador. Si Reyes ganaba, eso hubiera limitado las posibilidades para la familia de Ortega de lograr que se hiciera justicia por el asesinato. Afortunadamente para ellos, perdió.

Aunque las situaciones como el asesinato de Ortega pueden parecer extremas, son más frecuentes de lo que muchos creen. Las elites autoritarias subnacionales, como Reyes, con el apoyo de un entorno político que suele garantizarles impunidad, son la amenaza más letal para los periodistas.

Ortega recibió un disparo mortal después de acusar públicamente a Reyes, gobernador de La Paragua entre 2002 y 2011, de malversación de fondos. Todos los miembros del escuadrón de la muerte pronto fueron arrestados y confesaron el asesinato, pero a pesar de la sólida evidencia que indicaba que Reyes había ordenado el asesinato, los fiscales no lo acusaron.

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