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El ascenso del nacionalismo tras la caída del Muro de Berlín

BERLÍN – La caída del Muro de Berlín, en la noche del 8 de noviembre de 1989, aceleró en forma drástica y repentina el colapso del comunismo en Europa. El fin de las restricciones al movimiento de personas entre Alemania del este y del oeste asestó un golpe mortal a la sociedad cerrada de la Unión Soviética y fue un triunfo de las sociedades abiertas.

Yo ya llevaba un decenio dedicado a lo que denomino mi filantropía política, tras convertirme en defensor del concepto de sociedad abierta, imbuido en mí por Karl Popper, mi mentor en la London School of Economics. Popper me había enseñado que el conocimiento perfecto es inalcanzable, y que las ideologías totalitarias, que se proclamaban dueñas de la verdad última, sólo podían prevalecer por medios represivos.

En los ochenta ayudé a disidentes en todo el imperio soviético, y en 1984 conseguí crear una fundación en mi Hungría natal, para dar apoyo financiero a actividades no emanadas del Estado monopartidista. La idea era que alentar actividades extrapartidarias concientizaría a la gente sobre la falsedad del dogma oficial; y funcionó de maravillas. Con un presupuesto anual de 3 millones de dólares, la fundación llegó a ser más fuerte que el Ministerio de Cultura.

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