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Tormenta perfecta en el Líbano

BEIRUT – En retrospectiva, solemos ver a las crisis financieras como si hubieran estado predeterminadas; pero rara vez aportan mucha claridad sobre la dirección de la historia. Ese es ciertamente el caso del Líbano en la actualidad, donde una crisis predecible ha sumido al país a un estado de profunda incertidumbre.

Desde el final de su prolongada guerra civil (1975-1990), mantuvo su economía y sistema político con endeudamiento externo, lo que condujo inevitablemente a niveles insostenibles de deuda pública. En algún punto, el ingreso de los flujos de capital iba a detenerse. Ese momento llegó a fines de 2019, después de una serie de shocks negativos.

Esta brusca interrupción dejó al país en una crisis triple, de magnitud catastrófica. El primer problema es la balanza de pagos, el déficit del Líbano en la cuenta corriente alcanza la friolera del 25 % de su PBI y su base de exportaciones es demasiado pequeña incluso para cubrir las importaciones esenciales. El segundo problema es fiscal, la deuda pública libanesa equivale actualmente a más del 150 % de su PBI. La recaudación gubernamental está colapsando bajo el peso de la recesión y el déficit presupuestario —ya del 10 % del PBI en 2019— se amplía rápidamente.

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