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La línea verde marca el límite para la paz

RAMALA – El primer ministro israelí Benjamín Netanyahu declaró que Israel está lista para avanzar con un proceso de «paz a cambio de paz» en vez de «tierras a cambio de paz» (la intención original del proceso de paz en Oriente Medio). Incluso cuando el gobierno del presidente estadounidense Donald Trump le ofreció a Israel anexar más de un tercio de la ocupada Cisjordania en su plan de paz, garantizando el control perpetuo de los israelíes sobre los palestinos y sus tierras, la coalición del gobierno no logró aceptar la oferta ni llegar a un consenso sobre el plan.

Da igual, a principios de este mes se llevó a cabo un debate en el Knesset (parlamento) israelí para aprobar el acuerdo que normaliza las relaciones diplomáticas con los Emiratos Árabes Unidos al mismo tiempo que Israel aprobaba casi unidades de 5000 asentamientos ilegales en menos de 48 horas. El texto sobre el cual votaron los políticos no mencionaba el fin de la anexión. De hecho, Netanyahu y varios miembros de la coalición del gobierno hicieron referencia explícita a la expansión de los asentamientos y al rechazo a un Estado palestino independiente, agregando que toda Jerusalén —incluidas las partes anexadas y sitios sagrados— continuaría bajo la completa soberanía de Israel. En vez de una solución de dos estados, su plan se basa en una «Gran Israel», por eso Israel es el único país en Oriente Medio que se niega a demarcar su fronteras.

Israel lleva adelante esta empresa mediante la confiscación de tierras palestinas, aislando a Jerusalén Oriental, fragmentando Cisjordania y acosando a Gaza. Puede hacerlo porque no teme ninguna consecuencia. Algunas de las repulsas a los proyectos previos de asentamiento provinieron de líderes que se opusieron intensamente a cualquier tipo de medidas que responsabilizaran a Israel por la ocupación, ya fuera a través de la Corte Penal Internacional o la prohibición de los productos de los asentamientos. Es interesante que la última expansión de los asentamientos puede funcionar como un llamado de atención para quienes reciben a los funcionarios israelíes con brazos abiertos, creyendo que la «diplomacia del encanto» puede generar un entorno más conducente a la paz.

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