

Though the US Federal Reserve’s first interest-rate hike of 2023 is smaller than those that preceded it, policymakers have signaled that more increases are on the way, despite slowing price growth. But there is good reason to doubt the utility – and fear the consequences – of continued rate hikes, on both sides of the Atlantic.
CAMBRIDGE – La invasión de Ucrania y el amedrentamiento contra Occidente por parte de Rusia revivieron un debate sobre las armas nucleares. El año pasado, cuando entró en vigencia un tratado de las Naciones Unidas para prohibir por completo ese tipo de armas, ninguno de los nueve estados con armas nucleares del mundo estaba entre los 86 firmantes. ¿Cómo pueden estos estados justificar tener armas que ponen a toda la humanidad en riesgo?
Es una pregunta pertinente, pero se la debe considerar de la mano de otra: si Estados Unidos firmara el tratado y destruyera su propio arsenal, ¿podría de todas maneras disuadir nuevos actos de agresión rusa en Europa? Si la respuesta es no, también debemos considerar si la guerra nuclear es inevitable.
No es un interrogante nuevo. En 1960, el científico y novelista británico C.P. Snow concluyó que la guerra nuclear en el lapso de diez años era “una certeza matemática”. Tal vez haya sido una exageración, pero muchos creían que la predicción de Snow estaría justificada si ocurriera una guerra en el lapso de un siglo. En los años 1980, los partidarios de Nuclear Freeze (Congelación Nuclear) como Helen Caldicott se hicieron eco de Snow y advirtieron que la acumulación de armas nucleares “hará de la guerra nuclear una certeza matemática”.
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