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Las víctimas de quienes no se vacunan

MELBOURNE – Novak Djokovic, el tenista mejor clasificado en el mundo, recibió una exención médica para participar en el Abierto de Australia. Djokovic, que ganó el evento nueve veces (con una victoria adicional alcanzaría el récord de 21 grandes títulos), se negó a demostrar que está vacunado, un requisito para ingresar a Australia. «No revelaré si he sido vacunado o no», dijo a Blic, un periódico serbio, y señaló que se trata de «una cuestión privada y una consulta inapropiada».

Los familiares de Dale Weeks, quien murió el mes pasado a los 78 años de edad, disentirían. Weeks estaba recibiendo un tratamiento contra la sepsis en un pequeño hospital en la zona rural de Iowa. El hospital trató de transferirlo a otro más grande para una cirugía pero, debido a un aumento de los pacientes de COVID-19 —casi ninguno de ellos vacunado—, no había camas disponibles. Conseguir la transferencia para Weeks demoró 15 días y, para ese entonces, era demasiado tarde.

Weeks se convirtió en una más de las muchas víctimas indirectas de la COVID-19: personas que nunca tuvieron el virus pero murieron porque otros que sí se contagiaron ocuparon los escasos recursos del sistema de salud, especialmente las camas de las unidades de terapia intensiva. Su hija dijo: «Lo que más me molesta es la decisión egoísta de la gente de no vacunarse y que no se den cuenta de que esto afecta a un conjunto de personas más amplio. Esa es la parte más difícil de digerir».

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