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Crecimiento verde al final del mundo plano

CAMBRIDGE – No esperamos que vengan piñas de Noruega ni papayas del Desierto del Sahara. Esas frutas tienden a crecer en lugares con mucho sol y mucha agua. ¿Por qué, entonces, es que los productos intensivos en energía como el acero provienen de países con pocos recursos energéticos como Japón y Corea del Sur?

La respuesta es que el carbón y el petróleo tienen una característica única cuando se los compara con la madera, el gas natural o el hidrógeno: son sorprendentemente energéticos por unidad de volumen y peso. Este dato, combinado con los progresos en las tecnologías de transporte del siglo XX, significó que el mundo se volvió “plano” desde un punto de vista energético. Como el petróleo se puede transportar del Golfo Pérsico a Nueva York o Seúl por una fracción de lo que cuesta un barril de petróleo en su punto de origen, la ausencia de fuentes de energía locales no fue un obstáculo.

Esto no siempre fue así. Antes de los trenes, la proximidad al carbón era importante para la producción de hierro, y antes del motor a vapor, estar cerca de ríos de cauce rápido que pudieran impulsar molinos de agua era crucial para la manufactura. Pero hoy, las fuentes de energía disponibles a nivel local no son un prerrequisito para emprender la mayoría de las actividades intensivas en energía. Excepto por el gas natural (que, en todo caso, es un poco más verde que el carbón y el petróleo), la energía se puede transportar a la mayoría de los lugares a un costo modesto.

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