acemoglu14_Scott EisenGetty Images_elizabethwarrencounting Scott Eisen/Getty Images

Las audaces ideas de Elizabeth Warren son insuficientes

CAMBRIDGE – Olvídense de la bolsa y de la baja tasa de desempleo: la economía estadounidense no está funcionando. El crecimiento de la productividad, medida clave de la salud de la economía, se mantiene en un nivel históricamente bajo. La mediana de salarios, un indicador de los niveles de vida de la clase media, está estancada hace cuatro décadas. Hay mucha desigualdad, y el poder de mercado está cada vez más concentrado en manos de unas pocas empresas. Antes los estadounidenses subestimaban a Europa, una tierra de empresas no competitivas con protección estatal. Ahora, los mercados europeos en la mayoría de las industrias parecen más competitivos que los de Estados Unidos.

La indolencia de la clase política estadounidense agravó estos problemas. Dos argumentos trillados dominan los debates sobre política económica hace años. La derecha se quedó con la creencia en el crecimiento con “derrame”, que significa hacer cualquier cosa que beneficie a las empresas, porque la rentabilidad corporativa estimulará las inversiones, el empleo y los salarios. Pero lo cierto es que proteger los intereses de las corporaciones ya establecidas y evitar la regulación no alienta la competencia ni la clase de innovaciones que se necesitan para impulsar el crecimiento de la productividad. Ponerse del lado de los patrones a costa de los trabajadores y de los consumidores podrá beneficiar a los accionistas, pero no producirá un saludable crecimiento salarial para el estadounidense medio.

La izquierda, en tanto, ha hecho hincapié en la redistribución, y hace poco se aferró a una serie de propuestas de crear un impuesto a la riqueza para financiar transferencias más generosas o incluso un ingreso básico universal. Es indudable que la economía estadounidense necesita más inversión en infraestructura, una red de seguridad social mejorada y medidas más decididas contra la pobreza. Los impuestos a los ricos alcanzaron mínimos históricos en un momento en que Estados Unidos necesita con urgencia que el gobierno federal recaude y gaste más. Pero históricamente, ninguna sociedad logró una prosperidad ampliamente compartida sólo con la redistribución.

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