LONDRES/NAIROBI – Cada año, mueren en el mundo por hambre o enfermedades relacionadas unos nueve millones de personas; es el equivalente a la población de Austria. Ya bastante trágica es esta cifra, pero hay riesgo de que en 2020 se duplique, por los trastornos que la COVID‑19 provoca en las cadenas de suministro de alimentos.
Es el costo oculto de la pandemia de coronavirus, y caerá sobre los más pobres y vulnerables. Para prevenir estas muertes evitables, debemos en primer lugar reconocer que África, Asia meridional y otras regiones pobres no pueden entrar en cuarentena o tratar de contener la enfermedad imitando las medidas adoptadas en los países desarrollados. En vez de eso, deben hallar modos propios de equilibrar los riesgos del virus con los riesgos que los intentos de derrotarlo suponen para los medios de subsistencia y la vida de la gente.
Pero sobre todo, la comunidad internacional debe actuar ahora mismo para preservar el funcionamiento de las cadenas de suministro de alimentos. De lo contrario, en las regiones más pobres del mundo, las consecuencias no deseadas de la cura serán peores que la enfermedad.
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Richard Haass
explains what caused the Ukraine war, urges the West to scrutinize its economic dependence on China, proposes ways to reverse the dangerous deterioration of democracy in America, and more.
If the US Federal Reserve raises its policy interest rate by as much as is necessary to rein in inflation, it will most likely further depress the market value of the long-duration securities parked on many banks' balance sheets. So be it.
thinks central banks can achieve both, despite the occurrence of a liquidity crisis amid high inflation.
The half-century since the official demise of the Bretton Woods system of fixed exchange rates has shown the benefits of what replaced it. While some may feel nostalgic for the postwar monetary system, its collapse was inevitable, and what looked like failure has given rise to a remarkably resilient regime.
explains why the shift toward exchange-rate flexibility after 1973 was not a policy failure, as many believed.
LONDRES/NAIROBI – Cada año, mueren en el mundo por hambre o enfermedades relacionadas unos nueve millones de personas; es el equivalente a la población de Austria. Ya bastante trágica es esta cifra, pero hay riesgo de que en 2020 se duplique, por los trastornos que la COVID‑19 provoca en las cadenas de suministro de alimentos.
Es el costo oculto de la pandemia de coronavirus, y caerá sobre los más pobres y vulnerables. Para prevenir estas muertes evitables, debemos en primer lugar reconocer que África, Asia meridional y otras regiones pobres no pueden entrar en cuarentena o tratar de contener la enfermedad imitando las medidas adoptadas en los países desarrollados. En vez de eso, deben hallar modos propios de equilibrar los riesgos del virus con los riesgos que los intentos de derrotarlo suponen para los medios de subsistencia y la vida de la gente.
Pero sobre todo, la comunidad internacional debe actuar ahora mismo para preservar el funcionamiento de las cadenas de suministro de alimentos. De lo contrario, en las regiones más pobres del mundo, las consecuencias no deseadas de la cura serán peores que la enfermedad.
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