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Cuando la Fed baja los brazos

BERKELEY – Poco después de las elecciones presidenciales de 2020, el equipo entrante de Biden comenzó a preparar la agenda económica, esforzándose para evitar tres errores.

En primer lugar, estaba decidido a no caer en la misma trampa que el gobierno de Barack Obama en 2009, que en ese momento no fijó prioridades claras y se limitó a planear un paso por vez. Aunque Obama y sus asesores contaban con un plan para la primera ronda de medidas de recuperación después de la crisis financiera de 2008, no tenían estrategias para responder cuando los republicanos y los demócratas de la coalición Blue Dogs (Perros azules) —a favor de la austeridad—, se movilizaron en su contra. Cuando la primera ronda resultó insuficiente para lograr una recuperación robusta, se dieron las condiciones para perder media década con un crecimiento tibio y el aumento de las desigualdades en el ingreso.

En segundo lugar, quienes planificaron las políticas para el gobierno de Biden se resistían a impulsar excesivamente el gasto, pero también sabían que lograr una recuperación rápida y completa implicaría aceptar cierto grado de inflación. Como la economía pospandemia tendría una configuración diferente de la de su predecesora, los salarios tendrían que aumentar en los nuevos sectores en expansión para atraer a la mano de obra que necesitaban. Sin señales de precios claras los trabajadores no se hubieran desplazado hacia a los puestos necesarios para mantener la recuperación.

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