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Los bancos centrales deberían ir más lento

LONDRES – El regreso de los muertos que hizo la inflación ha puesto fin a la era de la política monetaria laxa. La Reserva Federal de Estados Unidos y el Banco Central Europeo, entre otros, planean achicar sus balances, pero ese es un proceso que, muy probablemente, se desarrolle de manera muy lenta. Mientras tanto, el trabajo pesado se hará a la vieja usanza: subiendo las tasas de interés de corto plazo para controlar la demanda agregada. Pero los responsables de las políticas deberían ser cuidadosos de no precipitarse.

El último ciclo de ajuste monetario ha sido sumamente sincronizado. Mientras que la Fed, el BCE y el Banco de Inglaterra no empezaron a aumentar las tasas al mismo tiempo, todos implementaron alzas de 200 puntos básicos desde septiembre. Y todos han utilizado un lenguaje igualmente duro para afirmar su compromiso de frenar el aumento de precios.

Esta uniformidad es asombrosa, dadas las importantes diferencias en la dinámica que genera inflación en las economías. Consideremos el impacto de los precios globales de la energía, hoy por las nubes. Para los importadores netos de energía como Europa, esta tendencia implica un shock negativo en términos de intercambio -el crecimiento de los precios de las importaciones supera al crecimiento del precio de las exportaciones-. Esto produce efectos inflacionarios inmediatos, pero, con el tiempo, erosiona los ingresos reales y sofoca la demanda agregada. El Tesoro de Francia estima que las pérdidas de ingresos reales, comparado con los niveles prepandémicos, representaban el 3% del PIB a fines de 2022, debido al efecto de los términos de intercambio.

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