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Las torpes ambiciones del Parlamento Europeo.

MADRID – En momentos de transición política, las actuaciones iniciales tienen la importancia de marcar el tono y las expectativas del periodo posterior. Mientras los nuevos líderes asumen el control de las instituciones centrales de la Unión Europea, las primeras señales no son alentadoras –en particular las que provienen del Parlamento Europeo–.

La UE enfrenta esta renovación de liderazgo asediada por bien conocidos desafíos, tanto internos como externos: las presiones demográficas, sociales y económicas abundan y Europa es más un tablero de ajedrez geopolítico en el que juegan las potencias globales que un jugador por derecho propio. Sin embargo, en un tiempo en el que la UE necesita desesperadamente actuar de manera eficiente, y en que se requiere una visión realista pero ambiciosa, lo que vemos son romas maniobras políticas. En ello, el epicentro ha sido el Parlamento Europeo.

Éste es el mensaje que trasluce del proceso de confirmación del nuevo presidente de la Comisión Europea –proceso que comenzó a principios de julio, cuando el Consejo Europeo nombró a Ursula von der Leyen-. Von der Leyen fue una candidata pactada entre los estados miembro de la UE, aceptable tanto para los países más poderosos como para el grupo de los que hacen de la crítica bandera. Tiene cualidades demostradas, entre las que destaca un profundo conocimiento de las estrategias europeas en materia de defensa y seguridad, tema que figurará en primera línea de la agenda del próximo mandato de la UE. También su capacidad para navegar aguas políticas turbulentas. Sin embargo, la nominación de von der Leyen no fue bien acogida por el Parlamento Europeo, por la sencilla y egotista razón de que su nombre no cuadraba con su preselección de candidatos. 

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