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¿Son éticos los experimentos aleatorios de alivio de la pobreza?

PRINCETON – El mes pasado, se otorgó el Premio Nobel de Ciencias Económicas a tres pioneros en el uso de ensayos aleatorios controlados (RCT, por sus siglas en inglés) para combatir la pobreza en países de ingresos bajos: Abhijit Banerjee, Esther Duflo y Michael Kremer. En los RCT, los investigadores escogen al azar a un grupo de personas para recibir una intervención y un grupo de control con personas que no la recibirán, para luego comparar los resultados. Los investigadores médicos utilizan este método para probar nuevos medicamentos o técnicas quirúrgicas, y los investigadores de la pobreza los usan junto con otras técnicas para determinar qué políticas o intervenciones son las más efectivas. Gracias al trabajo de Banerjee, Duflo, Kremer y otros, los RCT se han convertido en una potente herramienta en la lucha contra la pobreza.

Sin embargo, su uso plantea cuestionamientos éticos, ya que requiere elegir al azar quiénes reciben un nuevo medicamento o programa, y aquellos que están en el grupo de control a menudo no reciben intervención o una que puede ser de inferior calidad. Se podría objetar este principio, siguiendo la afirmación de Kant de que siempre es erróneo usar seres humanos como medios para un fin; los críticos han argumentado que los RCT “sacrifican el bienestar de los participantes del estudio en aras de ‘aprender`”.

Sin embargo, rechazar por esto a todos los RCT también desecharía los ensayos clínicos de los que depende la medicina moderna para desarrollar nuevos tratamientos. En los RCT, se les dice a los participantes de los grupos de tratamiento y control de qué se trata el estudio, y ellos se inscriben voluntariamente y pueden abandonarlo en cualquier momento. Impedir a la gente que escoja participar en esos ensayos sería excesivamente paternalista y una violación a su libertad personal.

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