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La mayoría silenciosa en la revolución digital

MILÁN – Las estadísticas pueden contener verdades brutales. Todo el tiempo se nos dice que hoy la innovación es más veloz que nunca, pero los datos que surgen de la llamada Cuarta Revolución Industrial sugieren que es cualquier cosa menos revolucionaria. El crecimiento de la productividad en las economías avanzadas hoy es el más lento de los últimos cincuenta años.

Esta “paradoja de la productividad” suele atribuirse a problemas de medición o a que los efectos de la adopción de tecnologías disruptivas operan con retardo. Pero otra explicación posible es que el debate público sobre las tendencias tecnológicas tiende a estar dominado por las empresas y los emprendedores que las originan. Nadie escucha las voces de la inmensa mayoría de empresas que tienen problemas para mantenerse a la par del cambio tecnológico (o que le oponen resistencia activa).

Reconocer la existencia de esta perspectiva subrepresentada es esencial para comprender por qué la revolución digital no aparece en los datos (y por qué todavía no es seguro que prospere). Básicamente, todo el alboroto que hay en torno de esa revolución tiende a basarse en generalizaciones sesgadas. Más allá de la fascinación que provocan, la inteligencia artificial (IA), el aprendizaje automático, el análisis de macrodatos (big data) y los robots humanoides siguen siendo competencia de un puñado de empresas. La atención que reciben estas tecnologías no se corresponde con la escala de su desarrollo y adopción. Como observó jocosamente Dan Ariely, de la Universidad Duke, en 2013: “El big data es como el sexo adolescente: todos hablan de él, nadie sabe realmente cómo se hace, todos piensan que todos lo hacen, así que todos dicen que lo hacen”.

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