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El sigiloso avance hacia la distopía

LONDRES – Mientras los inversores derraman miles de millones de dólares sobre las empresas emergentes relacionadas con la inteligencia artificial, la locura de la IA generativa comienza a parecerse a una burbuja especulativa similar a la manía holandesa por los tulipanes en la década de 1630 y a la burbuja de los mares del sur de principios del siglo XVIII. Y, de manera muy similar a la de esos episodios, la bonanza de la IA parece encaminarse hacia la inevitable ruina. En lugar de crear nuevos activos, amenaza con dejar tras de sí solo montañas de deuda.

La idea de que los modelos grandes de lenguaje —como el GPT-4, presentado recientemente por OpenAI— serán capaces de producir contenidos virtualmente indistinguibles de los que generan los humanos alienta el bombo publicitario actual de la IA. Los inversores apuestan a que los sistemas avanzados de IA generativa crearán fácilmente textos, música, imágenes y videos de todos los estilos imaginables a partir de pedidos sencillos de los usuarios.

En medio del creciente entusiasmo por la IA generativa, sin embargo, crece la preocupación por su potencial impacto sobre el mercado laboral. Un informe reciente de Goldman Sachs sobre los efectos económicos «potencialmente grandes» de la IA estima que hasta 300 millones de puestos de trabajo corren el riesgo de ser automatizados (entre ellos, muchos que requieren trabajadores calificados y de cuello blanco).

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