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El mal manejo de las expectativas inflacionarias

EDINBURGO – No se exige a los banqueros que sean artífices de la palabra, en los requisitos para el puesto habitualmente no se incluye la capacidad de crear párrafos elegantes. Hasta hace poco, muchos de los principales responsables de las políticas monetarias se regían por el principio de «lo que no se discute, pronto se olvida». El lema de Montagu Norman, gobernador del Banco de Inglaterra entre 1920 y 1944, era «nunca des explicaciones ni ofrezcas disculpas». De manera similar, Alan Greenspan, expresidente de la Reserva Federal de EE. UU., alguna vez observó con orgullo que había «aprendido a farfullar con gran incoherencia».

Pero esas ideas quedaron obsoletas. Los funcionarios de alto nivel del BoE dieron, en promedio, solo 13 discursos por año en la década de 1990. En la última década, el promedio superó los 80 (y la línea de tendencia es ascendente). Observamos un patrón similar en otros bancos centrales.

Esto no se debe a que los responsables de los bancos centrales aspiren ahora a ser figuras públicas (en su fuero interno, muchos preferirían el enfoque de Norman), pero se cree que los regímenes de metas inflacionarias funcionan gracias a la gestión clara y creíble de las expectativas. Si persuades a los actores económicos de que cumplirás las metas la mayor parte del tiempo, harán parte del trabajo por ti (moderando sus demandas salariales y manteniendo la estabilidad de los precios).

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