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Brasil necesita cuidados intensivos

NUEVA YORK – Tras la reciente expulsión del popular ministro de justicia de Brasil, Sergio Moro, la cuarta democracia más grande del mundo está a punto de hundirse en una inestabilidad todavía más profunda. En su discurso de renuncia, Moro criticó al presidente, Jair Bolsonaro, por interferir en la nominación de policías federales y en sus investigaciones. Para muchos brasileños esas intromisiones son particularmente irritantes porque dos de los hijos de Bolsonaro están bajo investigación por diversos delitos.

En una réplica desafiante y errática transmitida en vivo por televisión, Bolsonaro negó cualquier ilícito, y a continuación me señaló personalmente. Me catalogó de abortista, pro-gay y defensora de la regulación de las armas, y su mezcla tóxica de misoginia, homofobia y desprecio de la democracia quedó a la vista de los 210 millones de ciudadanos de Brasil. El sistema sanitario del país se está derrumbando y la economía está en caída libre como resultado de la pandemia de COVID‑19, pero el presidente piensa que su tarea más importante es atacar a los críticos.

Hay una historia detrás de esto. La última vez que Bolsonaro me atacó públicamente fue a principios de 2019, justo después de una reunión que mantuve con Moro, que ya tenía una sólida reputación como juez anticorrupción. Moro me había invitado a participar en un consejo voluntario sobre justicia penal, oferta que acepté con ciertas reservas. Esperaba yo convencer al nuevo ministro de justicia de que en un país donde cada año se cometen más de 6000 asesinatos relacionados con la policía, la controvertida propuesta del gobierno de Bolsonaro de ampliar los poderes discrecionales de ese organismo era desacertada.

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