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Boris Johnson y la amenaza para el poder blando británico

EDIMBURGO – Desde que se creó el Departamento para el Desarrollo Internacional del Reino Unido (DFID por su sigla en inglés) hace 22 años, ha sacado a millones de personas de la pobreza, ha enviado a millones de niños a la escuela y ha salvado millones de vidas a través de programas de vacunación y otras iniciativas innovadoras. Más recientemente, ha sido un líder mundial en ofrecer ayuda para el desarrollo a países pobres que enfrentan los estragos del cambio climático.

Sin embargo, según una propuesta que hoy está explorando el equipo de transición de quien probablemente sea el próximo primer ministro del Reino Unido, Boris Johnson, el DFID sería absorbido por el Ministerio de Relaciones Exteriores y de la Mancomunidad de Naciones (FCO por su sigla en inglés). El nuevo PM estaría resolviendo un problema –el inaceptable abandono del servicio diplomático británico- creando uno aún mayor, que es la pérdida de lo que tal vez sea el mayor activo global de Gran Bretaña hoy: el poder blando que ejerce en todos los continentes gracias a su compromiso innovador para poner fin a la pobreza del mundo.

Como han descubierto otros países, incorporar sus esfuerzos de ayuda internacional a sus oficinas de asuntos exteriores afecta tanto los esfuerzos diplomáticos como los de desarrollo. Nadie sale beneficiado cuando el desarrollo, que prospera en base a la transparencia y al escrutinio externo, está englobado en la diplomacia, que exige confidencialidad y muchas veces se caracteriza por registros de auditoría deficientes.

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