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El bolsonarismo después de Bolsonaro

FARMVILLE, VIRGINIA – El 20 de septiembre, el presidente ultraderechista de Brasil Jair Bolsonaro pronunció lo que muy probablemente será su último discurso ante la Asamblea General de las Naciones Unidas en Nueva York. Desde 1955, Brasil siempre ha tenido la primera palabra en la reunión anual de la ONU, por la sencilla razón de que (como explicó en 2010 el director de protocolo de la ONU Desmond Parker a la Radio Pública Nacional de los Estados Unidos) «muy al principio, cuando nadie quería hablar primero, Brasil siempre (…) se ofrecía» para hacerlo.

Pero a veces esta costumbre puede ser difícil de justificar. A fin de cuentas, en realidad nadie quiere oír a Bolsonaro, que se ha quedado casi sin amigos en la escena internacional, condenado al ostracismo tras su calamitoso manejo de la COVID‑19, sus constantes ataques al procedimiento democrático y su sexismo, racismo y homofobia virulentos. Peor aún, este año Bolsonaro no tuvo el menor empacho en usar el podio de la ONU para hacer campaña por su reelección.

Con la mirada puesta en animar a su base de simpatizantes en Brasil antes de la primera vuelta de la elección presidencial del 2 de octubre, Bolsonaro ensalzó sus esfuerzos por deshacer el legado de los gobiernos de izquierda que lo precedieron. Al mismo tiempo, dijo lo que pensó que los diplomáticos y dignatarios extranjeros allí reunidos querían oír, con menciones de rigor al «desarrollo sostenible», los «derechos humanos» y otros conceptos que jamás tuvieron lugar alguno en la agenda de su gobierno.

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