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La esperanza joven y brillante de la Argentina

NUEVA YORK – A juzgar por su nombramiento de un economista de primera línea para su gabinete como ministro de Economía, el nuevo presidente de Argentina, Alberto Fernández, ha arrancado con un buen pie a la hora de confrontar los problemas económicos de su país. Martín Guzmán, con quien he colaborado frecuentemente en los últimos años, está entre los principales expertos del mundo en materia de deuda soberana y los problemas que causa, lo que lo convierte en la persona correcta en el lugar correcto en el momento correcto.

Después de finalizar su doctorado en la Universidad Brown bajo la tutela de Peter Howitt (coautor junto con Philippe Aghion de un trabajo seminal en la teoría moderna del crecimiento), Guzmán obtuvo un puesto codiciado en la Universidad de Columbia, donde se forjó una carrera académica y devino un experto influyente en debates cruciales de políticas a nivel nacional y global. Ha prestado testimonio ante el Congreso de Estados Unidos sobre la crisis de deuda de Puerto Rico y ha hablado ante las Naciones Unidas sobre la necesidad de un mejor sistema internacional para resolver las crisis de deuda soberana. En los últimos años, ha dividido su tiempo entre Nueva York y Argentina, donde es profesor de macroeconomía en la Universidad de Buenos Aires.

Cuando el ex presidente Mauricio Macri asumió el cargo, su equipo económico admitió abiertamente que, si bien habían heredado muchos problemas, arrancaban con una ventaja importante: un nivel bajo de deuda. Apostaron a un conjunto de políticas –por ejemplo, hicieron recortes inoportuna e innecesariamente grandes en los impuestos a las exportaciones, pagaron deuda antigua e incumplida con los llamados fondos buitre con retornos desmesuradamente altos y asumieron nueva deuda denominada en dólares, a una tasa de interés alta y a largo plazo, todo ello con la esperanza de que las señales amigables con el mercado se traducirían en una avalancha de inversión extranjera que incentivaría el crecimiento. Aún en aquel momento me parecía una apuesta imprudente.

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