

From semiconductors to electric vehicles, governments are identifying the strategic industries of the future and intervening to support them – abandoning decades of neoliberal orthodoxy in the process. Are industrial policies the key to tackling twenty-first-century economic challenges or a recipe for market distortions and lower efficiency?
CAMBRIDGE – Los ataques terroristas del 11 de septiembre de 2001 crearon una espantosa impresión. Las imágenes de las víctimas atrapadas saltando de las Torres Gemelas son indelebles y las molestas medidas de seguridad implementadas con posterioridad a los ataques se han convertido desde entonces en algo que damos por hecho.
Pero los escépticos dudan de que haya sido un punto de quiebre en la historia, afirman que el daño físico inmediato distó mucho de ser fatal para el poder estadounidense. Se estima que el crecimiento del PBI de Estados Unidos cayó tres puntos porcentuales en 2001 y los reclamos por daños a las empresas de seguros llegaron a los USD 40 mil millones, una pequeña fracción de lo que en ese momento era una economía de USD 10 billones. Y las aproximadamente 3000 personas que murieron en Nueva York, Pensilvania y Washington D. C. cuando los secuestradores de Al Quaeda convirtieron cuatro aviones en misiles crucero representaron una pequeña fracción de los decesos durante viajes en EE. UU. ese año.
Aunque acepto esos hechos, imagino que los futuros historiadores considerarán al 11 de Septiembre como una fecha tan importante como el ataque japonés a Pearl Harbor el 7 de diciembre de 1941. El ataque sorpresa a la base naval estadounidense en Hawái causó la muerte de 2400 militares y destruyó o dañó 19 navíos, entre ellos, 8 acorazados. En ambos casos, sin embargo, el principal impacto fue sobre la psicología del público.
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